Columnistas
El tinglado de la farsa
Hay liberales ingenuos que consideran que por estar Gaviria en esa coalición, no girará hacia la derecha...
En una de las escenas de ‘Los intereses creados’, Crispín, personaje ideado por don Jacinto Benavente, habla del “tinglado de la antigua farsa”, que bien podemos aplicar para describir lo que sucedió en Cartagena en la reciente convocatoria que hizo César Gaviria para conseguir su reelección como presidente del Partido Liberal.
Lo que hubo en la Ciudad Heroica fue una farsa, una pantomima orquestada para que Gaviria continúe al frente de una colectividad que en sus 176 años de vigencia política ha escrito páginas trascendentales de la historia nacional.
En 2005 hubo una convención liberal en Bogotá, a la que asistí con credencial de exsenador, y en ella voté para que Gaviria ocupara el máximo cargo del Partido, y debo reconocer que adelantó eficiente gestión porque evitó el éxodo de muchos congresistas que escucharon el canto de sirenas que salían de la Casa de Nariño, entonado por Álvaro Uribe. Hasta allí, todo bien.
Pero al ilustre hijo de Pereira le entró el delirio de creer que el liberalismo es una propiedad particular suya, y que le corresponde ejercer su dominio por los siglos de los siglos. Solamente tomó un descanso cuando permitió que Rafael Pardo ocupara el sillón, y luego aceptó que su hijo Simón ejerciera como jefe único. Salido el heredero, volvió el padre, y ahí lo tenemos inamovible, convocando convenciones cuando le apetece y haciendo en ellas lo que le conviene.
Envejecido y con paso vacilante, pero firme en su megalomanía, cita a la convención, la reúne en Cartagena para hacer difícil la presencia de liberales de sitios lejanos del país; redacta proposiciones violatorias de los estatutos del Partido, y se convierte en monarca de la colectividad.
No contento con eso, promueve la creación de un frente para evitar que en 2026 el candidato apoyado por el presidente Petro alcance la victoria en la elección presidencial, e invita al convite cartagenero a los más conspicuos adversarios del actual gobierno, y allí aparecen Paloma Valencia, uribista; Efraín Cepeda, conservador; Juan Manuel Galán, Nuevo Liberalismo; Alexánder Vega, de La U; David Luna, de Cambio Radical; Angélica Lozano, Verde, en fin, todo el cuadro opositor.
Con estas joyas antiliberales cree Gaviria que se pueda combatir el progresismo. Hay liberales ingenuos que consideran que por estar Gaviria en esa coalición, no girará hacia la derecha, con olvido de que el eterno jefe estuvo al lado de Uribe en la elección de Duque; y acompañó a Federico Gutiérrez, y al fracasar este, se juntó con Rodolfo Hernández, todos de la más exquisita derecha uribista.
Pero César Gaviria se equivoca. Los que lo reeligieron en Cartagena, no le obedecen en el Congreso. Las bancadas rojas de Cámara y Senado apoyan las reformas presentadas por el Gobierno, gracias al consenso logrado por el ministro estrella Juan Fernando Cristo.
En 2026 el pueblo colombiano votará por la continuidad del cambio, iniciado por Petro y derrotará a la derecha opuesta a que haya una Colombia más incluyente y más igualitaria.
Como el centro no existe, aquella será una confrontación entre los progresistas y los retardatarios, y ya se puede vislumbrar quienes serán los triunfadores. Creo que pierde su tiempo el César Imperator del partido del que me retiré en 2018, asqueado de tanta felonía.
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