Columnistas
Elogio del fracaso
Los grandes líderes de la historia, en Colombia y en el mundo entero, han tenido entre sus rasgos en común la capacidad de llegar a acuerdos y construir consensos...
En las semanas recientes, el presidente Gustavo Petro ha adoptado como ingrediente esencial de su discurso y de la narrativa de su mandato la idea de que sus opositores no lo dejan gobernar. El problema es que sus electores más radicales han aplaudido con entusiasmo esta idea, hasta el punto en que el presidente ha preferido abandonar la administración y la ejecución, y pasar a liderar una presidencia de discursos y narrativa.
Los grandes líderes de la historia, en Colombia y en el mundo entero, han tenido entre sus rasgos en común la capacidad de llegar a acuerdos y construir consensos a pesar de las diferencias abismales en materia ideológica. Esto resulta especialmente complejo en el difícil mundo de la política y por eso esa cualidad inusual define tanto a los grandes dirigentes y transformadores de naciones de todo el mundo. Lo curioso es que mientras el presidente Petro aspira a ser reconocido como un gran líder, no ha dedicado mayor esfuerzo a alcanzar acuerdos con todos los demás sectores políticos con los que coincide en la democracia.
De hecho ocurre lo contrario: el presidente parece despreciar alcanzar consensos y construir acuerdos con sus contradictores, y encuentra más comodidad en el encierro ideológico. Incluso, como ocurrió la semana pasada con lo pactado con la bancada liberal del Congreso para la Reforma Pensional, Petro ve los acuerdos como obstáculos y prefiere incumplirlos en ocasiones, en vez de respetarlos. Para su narrativa de que este es un gobierno bloqueado, el alcance de nuevos acuerdos interpartidistas y el respeto por los ya logrados termina siendo un freno para su discurso.
Esto nos ha traído como país a un escenario llamativo e inusual, en el cual el gobierno Petro ha preferido destacar sus fracasos en su discurso. Rara vez el presidente habla de lo que le ha salido bien –porque es poco– y, en cambio, a diario ha optado por destacar sus errores y frustraciones. Esto, desde luego, está lejos de ser un error involuntario y se ha convertido en una estrategia calculada. Porque cada vez que el presidente reconoce sus frustraciones y equivocaciones, de manera inmediata pasa a señalar culpables a través de los mismos términos que tanto le gusta utilizar: las élites, los clanes, las mafias, los medios y los defensores del capital.
Así mismo, en su elogio del fracaso, el presidente reconoce con frecuencia que ha tomado malas decisiones a la hora de construir su equipo de trabajo. Según él, ha sido engañado y decepcionado por antiguos coequiperos. Lo increíble del asunto no es que el presidente haya adoptado un lenguaje de derrota para empujar su discurso de revanchas y divisiones, sino que algunos opten por aplaudir esa apología del fracaso.
Muchos se burlaron del expresidente Duque por una famosa portada que le daba con cierta benevolencia un año de aprendizaje. Lo curioso e insólito es que esta vez son los propios electores quienes le han dado al presidente Petro el derecho a equivocarse todo lo que sea necesario con tal de que señale como culpables a sus enemigos. Pero esto no beneficiará a nadie, y, en cambio, será mucho lo que el país retrocederá por cuenta de esa dinámica de revanchas y rivalidades que ahora gobierna. ¿Hasta cuándo seguirán los electores del presidente Petro sintiéndose orgullosos de sus errores y aplaudiendo sus fracasos?
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