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El paro estudiantil

Es tan mala la educación que ellos reciben que ni siquiera entienden que su protesta no debiera ser por la cuantía de los recursos.

23 de octubre de 2018 Por: Emilio Sardi

Aunque considero que los estudiantes no deben afectar las actividades de los demás al expresar su disgusto con la calidad de la educación pública, encuentro plenamente justificado ese disgusto. Es tan mala la educación que ellos reciben que ni siquiera entienden que su protesta no debiera ser por la cuantía de los recursos que los colombianos generosamente les regalamos a través del Estado, sino por el pésimo manejo que se les da a esos recursos.

La verdad es que en Colombia apoyamos ampliamente la educación porque consideramos que es el camino para la equidad y el desarrollo nacional. La partida de $41,5 billones destinada al Ministerio de Educación para 2019 fue, una vez más, la mayor en el presupuesto de la nación, superior en 28 % a la del de Salud, que vela por la salud de toda la población. Y la diferencia en resultados no puede ser más abismal. En el ranking de competitividad del Foro Económico Mundial, Colombia ocupa el puesto 35 en el campo de la salud, mientras que en preparación tecnológica alcanza un pobre 84 entre 140.

En el año entrante, el rubro de Educación será el 4,3 % del producto interno bruto (PIB) del país, porcentaje que es el mayor de América Latina y que nos pone entre los países que más apoyan la educación pública. Todo esto a cambio de pésimos resultados. En las más recientes pruebas Pisa de la Ocde, que evalúan a los estudiantes de 15 años en 72 países, Colombia ocupó el puesto 56 en lectura, el 59 en ciencias y el 63 en matemáticas. De las apenas once universidades colombianas que aparecen entre las primeras mil del mundo en el Ranking QS, la primera es privada y solo cuatro son públicas.

Con un presupuesto de casi dos billones anuales, la Universidad Nacional es la más grande de nuestras universidades públicas. Sin embargo, según datos de Mineducación, el salario del recién egresado de la Universidad de los Andes es 23 % más alto que el del egresado de la Nacional. Y en Cali, el ingreso de un recién egresado de la Icesi es 37 % más alto que el de uno de la Universidad del Valle. Esa evaluación que hace el mercado laboral de los egresados de la educación superior pública no podría ser más concluyente sobre las debilidades que deben corregirse en ella.

Para cambiar esa realidad, los estudiantes deberían enfocar su energía a exigir formación pertinente y de la mayor calidad posible. Abandonar su oposición irracional a que las universidades públicas deban acreditarse en su calidad. Exigir transparencia en el uso de recursos y denunciar la corrupción e influencias de redes políticas regionales en el manejo burocrático y financiero de las universidades. Pedir que dejen de usar las plazas docentes como cuotas políticas y exigir que exista una evaluación integral de profesores, que premie la excelencia, tanto para ingresar como para permanecer en la carrera docente. Y exigir una reforma seria al Decreto 1279 de 2002, sobre el régimen salarial de las universidades estatales, que creó un esquema de privilegios que riñe con la excelencia académica.

No está mal que los estudiantes reclamen por la pobreza de la educación que reciben en las universidades públicas, pero que lo hagan bien. Mientras en Colombia la burocratizada educación ‘superior’ pública se siga manejando con politiquería, con falta de integridad, con sesgos ideológicos y con una ineficiencia rayana en la incompetencia, siempre será inferior.

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