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¿En qué estamos?

Colombia, de otro lado, en este mundo turbulento y cambiante debería seguir fortaleciendo la llamada ‘relación especial’ con los Estados Unidos.

13 de julio de 2024 Por: Ricardo Villaveces

La edición de The Economist del pasado 4 de julio tiene un interesante artículo sobre el importante crecimiento de la presencia de China en Latinoamérica. Solo pensar en el proyecto del nuevo puerto de Chancay ,a 70 kilómetros de Lima, próximo a inaugurarse, con una inversión de 1,3 billones de dólares, da una idea de lo que viene ocurriendo.

Como lo describe el artículo, la presencia no es solo económica, sino cultural, con la llegada de muchos embajadores, diplomáticos y técnicos que hablan de manera fluida el español y el portugués.

Hay que recordar que desde 2013 el gigante asiático lanzó su muy ambicioso proyecto denominado ‘The Belt and Road Initiative’, conocido popularmente como ‘La Nueva Ruta de la Seda’, que no es otra cosa que su intención de comunicar a una buena parte del mundo por vía terrestre y marítima con ese milenario país.

¿Qué ha hecho Colombia para posicionarse y beneficiarse en lo que se pueda beneficiar de esta presencia creciente de la China en la región? Lamentablemente muy poco. Es cierto que el metro de Bogotá, quizás el único gran proyecto de infraestructura que hoy se desarrolla en el país, lo construye una empresa China, pero el gobierno lo único que ha venido haciendo es tratar de entorpecerlo con los caprichos de Petro. En lugar de promover la enseñanza del mandarín, por ejemplo, que permitiría que muchos se acercaran más a esa cultura, el gran anuncio del gobierno ha sido el de la celebración de un convenio para estudiar Zwahili (?).

Colombia, de otro lado, en este mundo turbulento y cambiante debería seguir fortaleciendo la llamada ‘relación especial’ con los Estados Unidos. Tampoco avanzamos en eso. Es insólito, por ejemplo, que estemos desperdiciando las oportunidades que puede ofrecer el ‘nearshoring’.

Ese movimiento que surgió después de la pandemia y que, ante la vulnerabilidad que experimentaron las cadenas de suministro de las empresas norteamericanas por tener localizados a sus proveedores en lugares muy lejanos, vienen desplazando sus demandas e inversiones hacia países cercanos, como está ocurriendo en México.

Tenemos la localización, tenemos las relaciones, conocemos a los norteamericanos y ellos nos conocen a nosotros, se viene avanzando en el aprendizaje del inglés, etc. Y no hacemos nada por impulsar, estimular y motivar a las empresas americanas para que se ubiquen en Colombia.

En lugar de eso, Petro asume posiciones equívocas o francamente contrarias a las de Estados Unidos, como ocurre con Ucrania, con Israel, con Rusia o con Venezuela. Con Biden las cosas han sido manejables, pues ese gobierno ha sido tolerante con muchas posiciones de nuestro gobierno.

¿Será que Trump, si es elegido y hay muchas posibilidades de que sea así, va a aceptar la línea de acción que viene asumiendo Colombia en muchos frentes? ¿Será que un gobierno de Trump va a impulsar proyectos de nearshoring en Colombia? ¿Será que ante el deterioro dramático de la seguridad y de la pérdida de gobernabilidad en muchas regiones estarán motivados a seguir destinando recursos a Colombia después de lo que ya han hecho durante muchos años? Amanecerá y veremos.

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