Columnistas
¿Es Colombia el país de unos pocos?
El mejor ejemplo de la Colombia de las oportunidades es la diversidad de aspirantes a la alcaldía de Cali
Con frecuencia hemos venido escuchando que el Presidente y muchos de los congresistas de la coalición fundamentan su afán en hacer cambios irresponsables, con el argumento que hay que darle un revolcón al país, esgrimiendo que Colombia es feudo de unas pocas familias que a través de los siglos han sido sus dueños. Astuta falacia que tiene por objeto mover el resentimiento y atizar la lucha de clases.
Esta reflexión debería llevarnos mas bien a pensar si este es o no un país de oportunidades donde es posible construir riqueza y generar empleo con base en visión y tenacidad. Podría quedarme en la pregunta de qué tan antiguas son las fortunas más grandes del país. ¿Son estas heredadas por muchas generaciones? Luis Carlos Sarmiento tuvo una buena formación académica pero el patrimonio ha sido construido y multiplicado en vida. No heredó ningún banco ni empresa constructora y es conocido su rigor y seguimiento a cada nueva inversión. Lo que es evidente es que la buena liquidez de las utilidades de varias de sus empresas le ha facilitado el ingreso a otros sectores de la economía. Carlos Ardila Lulle y su señora construyeron un emporio que, entre varios cimientos, cuenta con la relación especial entre los colaboradores y la alta dirección.
Los vallecaucanos vimos el crecimiento empresarial de Isaac y Lazar Gilinsky. No fueron herederos, como no lo fue casi que ninguna de las familias de origen judío que llegaron a nuestras tierras. Vinieron huyendo de la guerra en Europa y con sacrificios y solidaridad construyeron en Colombia organizaciones empresariales fuertes. Todo esto ha sido en menos de 80 años. La familia Seinjet puede ser otro ejemplo de esta llegada tortuosa, inicio con privaciones hasta hacer parte del sector azucarero, a quienes los mamertos califican como inabordable.
El doctor Luis Felipe Campo Zapata (1858-1958), como bien lo describe Ramiro Martínez en su biografía, llegó a tener 6.500 plazas de tierra entre San Pedro y Palmira. Hoy esas tierras están atomizadas en cantidades de familias que no hacen parte de la mentirosa cofradía que quiere hacernos creer la izquierda. Procaña, el gremio que reúne a los cultivadores de caña, registra 3.800 propietarios, pero la izquierda sinuosa insiste en las 14 familias.
El negocio de los giros y apuestas tiene como fuertes actores a los promotores del chance. Supieron actuar más rápido que el sistema financiero tradicional, se rodearon de buenos ejecutivos y hoy en la asamblea de Asobancaria da gusto verlos compartir. Esa es la Colombia de las oportunidades.
En el Valle, veo con inmensa felicidad la fortaleza que adquirieron las comunidades paisas llegadas de Granada, Marinilla, Santuario. Entre ellos nadie ha sido heredero. Montaron panaderías, negocios de granos, prenderías, convirtiéndose en empresarios poderosos en cada sector. Sus historias, a diferencia de las familias del gran Cauca que todas quieren alardear de abolengos, los antioqueños mencionados cuentan con orgullo cómo hace 30 o 40 años, llegaron a pie limpio, son hijos de carretilleros o de bulteadores y con base en el esfuerzo, el ahorro y el apoyo recíproco construyeron no solo grandes empresas, sino familias sólidas, en las cuales sus hijos estudian en el exterior o regresan a fortalecer el negocio de sus mayores.
El mejor ejemplo de la Colombia de las oportunidades es la diversidad de aspirantes a la alcaldía de Cali donde en el partidor hay representantes de familias tradicionales compitiendo con paisas laboriosos, empresarios del chance y muchos otros ejemplos de superación personal. Esa es la Colombia que amo, la de las oportunidades, no la del resentimiento que quiere convencernos que aquí no se puede progresar.
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