Columnistas
Espectáculos, bufones y políticos
La faena del espectáculo hace que sus reflexiones sean banales, sensacionalistas, improvisadas.
![Andrés Restrepo Gil](https://www.semana.com/resizer/v2/JGJWGMCQLRE7XJZIE7BUUCUPH4.jpeg?auth=b59138294bde8ea826ffafa8a2319be65d07adc14a6325633d5236c173b954f1&smart=true&quality=75&width=1280&height=720)
Las aspiraciones de Gabriel Antonio Goyeneche, un soachuno nacido a finales del Siglo XIX, lo llevaron a cinco contiendas electorales por la presidencia de Colombia. Conocido como el candidato vitalicio, sus candidaturas se fundaron en propuestas ridículas y planes absurdos: pavimentar el Magdalena, entechar la capital, echarles anís a los ríos.
Como prototipo extremo de un bufón, Goyeneche es un buen ejemplo de la escasa seriedad con la que funcionarios y candidatos hacen o pretenden hacer política en nuestro país. Si las propuestas de Goyeneche son ahora parte del ayer, las excéntricas formas de hacer política y la nula sensatez intelectual perduran en algunos políticos hasta hoy: cada tanto aparecen en la palestra política ordinarias ocurrencias con pretensiones de ley, tales como electrocutar estudiantes o multar a los infieles.
Con un cielo azul de fondo, en una de las tantas playas del país, Rodolfo Hernández publicó un vídeo en el 2022, prometiendo convertir el acceso a los mares en un derecho. Trabajaría, dijo en aquel entonces, para garantizar que cada colombiano, al menos una vez en su vida, visitara el mar.
Dice Chul Han, filósofo surcoreano, que estamos asistiendo a una crisis democrática, en tanto los ejercicios políticos hoy se basan más en la mediocridad y el espectáculo, que en los argumentos y los discursos. Asegura este filósofo que hoy triunfa en las faenas electorales, no quien esgrima mejores argumentos, sino quien más pomposos espectáculos represente.
En su libro La Civilización del Espectáculo, Vargas Llosa afirma acertadamente que “al compás de la cultura imperante, la política ha ido reemplazando cada vez más las ideas y los ideales, el debate intelectual y los programas, por la mera publicidad y las apariencias”. Hoy contamos con políticos abocados en erigir, mediante el privilegio de estar sentados en el salón elíptico del congreso o en los sillones del poder ejecutivo, una carrera como youtubers.
Todo esto encarna peligros inminentes. Por un lado, la faena del espectáculo hace que sus reflexiones sean banales, sensacionalistas, improvisadas. De ello, son ejemplos la intervención de Susana Boreal sobre la invitación a incumplir la exigencia constitucional que hace de la educación un mandato obligatorio, al menos entre los cinco y quince años. Sin cifras, sin datos, apelando a meras ocurrencias, se ensimisma la representante en defender lo absurdo.
Días antes, Miguel Polo Polo publica un video en el que, mediante un acto despreciable, invisibiliza el dolor de unas madres que reclamaron por sus hijos, víctimas de ejecuciones extrajudiciales, en un acto público y simbólico. O los permanentes videos de un youtuber, Jota P Hernández, con una preocupación particularmente sospechosa por las buenas tomas, por la edición de sus videos y por la pose perfecta.
Estas manifestaciones se alimentan, tanto de la escasa rigurosidad, por un lado, como de la sed de ofrecer espectáculos, por otro. Lo cierto es que todo ejercicio político amerita un grado de responsabilidad enorme, idéntico al grado de compromiso que algunos políticos han ofrecido a la creación de sus propios personajes como bufones.
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