Columnistas
Freno del consumo
Las promesas de auges turísticos, agrícolas o industriales no se están materializando en las cifras. Una desaceleración del contexto internacional podría tener una repercusión desmedida en lo local.
Una manera de entender el bienestar es ver los productos que compra el ciudadano. El dato recién publicado en julio evidencia una contracción del 8,2%, siendo la segunda mayor caída de 2023. Los vientos de impulso al consumo que nos dejó la pandemia, se están agotando. No hay motor de crecimiento local, el estímulo son las remesas, las cuales presentaron un incremento en septiembre del 12%, a un récord de US$8.187 millones, y el sector minero-energético con inversiones de US$8.009 millones es el único segmento de inversión extranjera directa que aumenta con un 38,8%. Aunque los datos de desempleo mejoraron en casi 1,0% frente a junio, el PIB del segundo semestre registró una caída del 3,9%. El gobierno debería pensar en un plan anticíclico que impacte la demanda, pero que, con señales regulatorias, incentive la inversión privada nacional.
Naturalmente, el incremento de tasas de interés frenó los ritmos de crecimiento del crédito al consumo, se pasó del 20% a tan solo el 3,7% nominal en julio. Según Raddar marcó un decrecimiento del 5,2% de consumo per cápita real en Colombia. Solo en cinco categorías hay incrementos en consumo, según el Dane: bebidas no alcohólicas (14,2%), licores y cigarrillos (10,0%), aseo personal (5,0%), artículos de uso doméstico (4,0%), y libros, periódicos y útiles (3,0%). Lo demás, todo cae con varias categorías en dos dígitos.
El fenómeno cobija los cinco principales departamentos más Bogotá, existe decrecimiento continuo de las ventas minoristas desde noviembre de 2022. Sin motor de crecimiento interno, el colombiano está dejando de comprar.
En un contexto donde se dan señales hostiles regulatorias contra el capital privado y se presenta un deterioro en la seguridad, el país es más vulnerable a los vaivenes internacionales. Inclusive, a pesar de señales de mercado de expansión, muchos industriales se mantienen al margen, dados los altos niveles de incertidumbre. Las remesas reflejan la salud de los mercados laborales de Europa y EE.UU. que benefician la diáspora colombiana, mientras el auge minero-energético del gobierno Petro, más que inducido, es un síntoma de altos precios. Las promesas de auges turísticos, agrícolas o industriales no se están materializando en las cifras. Una desaceleración del contexto internacional podría tener una repercusión desmedida en lo local.
Varias iniciativas del gobierno podrían traducirse en un programa de reactivación económica: transición energética, vivienda rural, reorganización programa de subsidios, reindustrialización, etc. A la fecha estas ideas no cuentan con un Conpes que las aterrice ni un respaldo presupuestal que las magnifique. Aunque antes de iniciar nuevo gasto, es necesario enfocarse en ejecutar lo ya comprometido, considerando que al final de julio el gobierno solo había comprometido el 32,5% de su presupuesto asignado.
Si el segundo semestre sale igual que el primero, hay que tener un programa listo para el próximo año. Los nuevos alcaldes y gobernadores son lentos en ejecución, mientras aprueban sus planes de desarrollo, y esto sumado al Niño, cada vez más intenso, el año 2024 no pinta para nada bien. El descenso en consumo de los hogares colombianos debería ser una alarma para generar acción. Entendiendo la coyuntura, la omisión puede ser un pecado.
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