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Fernando Posada | Foto: El País

Columnistas

Furia para todos

El periodismo libre no solo no debe ser perseguido, sino también debe poder ejercerse sin señalamientos de odio como los que han emitido el mandatario y muchos de sus aliados.

1 de julio de 2024 Por: Fernando Posada

La semana pasada escribí mi columna para este mismo espacio sobre la permanente necesidad del presidente Petro y su gobierno de armar peleas en todos los frentes. Más de las que pueden dar y, sin duda, muchas más de las que el país necesita en el debate público cotidiano. Si algo ha definido esta era política en Colombia ha sido el constante desgaste.

Podría escribir sobre ese mismo tema todas las semanas, siempre con nuevos ejemplos que sorprenden a la ciudadanía en el día a día. La beligerancia del gobierno, muchas veces de manera repentina y sin planeación alguna, ha encontrado objetivos en sectores tan diversos como la industria, la prensa, la política internacional y hasta en la música. Ante esta dinámica impulsiva y en nada constructiva, todos los sectores y actores pueden ser los siguientes en sufrir por cuenta del lenguaje de agravios del gobierno.

Este fin de semana, la furia presidencial fue contra la Fundación para la Libertad de Prensa, lo cual encendió las alarmas de todos los sectores del periodismo y la política. Como siempre, el presidente Petro volvió a su peligrosa ecuación en la cual todos los sectores que se atreven a cuestionarlo automáticamente son una suma de todo lo peor del país: en su respuesta llegó a comparar sectores del periodismo colombiano con el paramilitarismo, el neonazismo y hasta las técnicas de engaño de Goebbels. Con demócratas como esos, para qué enemigos de la democracia…

Pero ver al Presidente de la República emprender una pelea contra una fundación por la prensa libre no solo es motivo de inmensa preocupación para el futuro de esa labor tan importante para la democracia: también recuerda que cada enfrentamiento que desata el presidente es más absurdo e innecesario que el anterior. Y el daño que causa en todos los frentes tardará mucho en poder ser reparado.

Esta vez el presidente ha ido muy lejos al atacar a los periodistas y compararlos con su comodín favorito de odiosas semejanzas: el nazismo, la ultraderecha y el engaño de Goebbels. Ese lenguaje de señalamientos tan desproporcionados es sencillamente inaceptable de parte de un demócrata, y más cuando se trata del presidente de una nación. El discurso y la actitud del actual gobierno contra la prensa es alarmante y en todos los sentidos representa un gran retroceso para la libertad de prensa. El periodismo libre no solo no debe ser perseguido, sino también debe poder ejercerse sin señalamientos de odio como los que han emitido el mandatario y muchos de sus aliados.

Es evidente que el presidente y su equipo saben que con cada una de esas absurdas peleas pierden constantemente valiosos aliados, así como también apoyos decisivos y popularidad, y aun así se mantienen en posición de un ‘todos contra todos’ que solo lleva al hastío. Y ese desgaste, capaz de desilusionar y destruir acuerdos, solo puede entenderse como la antítesis del ambiente de bienestar y optimismo que cualquier gobierno debe buscar construir.

¿Hasta cuándo seguirá el gobierno dispuesto a aportar al desgaste y la construcción de discursos que solo dividirán más a la sociedad?

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