Columnistas
Habitantes de la calle
Tengo como costumbre entablar conversaciones con aquellos que me los encuentro en la calle, saludarlos respetuosamente y no se imaginan las historias y la belleza de muchos de ellos.
Las razones por las cuales algunas personas terminan en la calle son muchas y muy complejas, pueden ser por voluntad propia o sencillamente porque no tienen una oportunidad distinta. Muchos terminan consumiendo drogas, pero no todos y no necesariamente son ladrones, algunos son recicladores honestos, cuidadores de carros y hasta malabaristas en los semáforos.
Tengo como costumbre entablar conversaciones con aquellos que me los encuentro en la calle, saludarlos respetuosamente y no se imaginan las historias y la belleza de muchos de ellos. Qué bueno sería si tuviéramos una mejor actitud hacia estos seres que tienen los mismos derechos de todos nosotros. Con una sonrisa y un saludo todo cambia, ensaya y verás los resultados, cambian sus rostros y seguramente te devolverán una sonrisa y un saludo de vuelta. No tenemos que cambiar de andén y si hay una panadería o venta de arepas, por favor invitémoslos a un café con pandebono, ¡ve!
A los recicladores tratémoslos con amor, ya que gracias a ellos se pueden reciclar muchas cosas y productos que, si no fuera así, toda esa basura terminaría amontonada en montañas, en los basureros municipales o en las quebradas o ríos generando más contaminación. Ellos son los ambientalistas más importantes por excelencia.
Tengo varios amigos de la calle que frecuentan mi oficina y nos ayudan a barrer la calle y hasta lavar los carros. Toman café con pan y nos reímos juntos de cualquier bobada. Hay uno en especial de nombre Robinson que es mi parcero, me dice cariñosamente “Pa” y me conozco algo de su historia, abusado por su padrastro, mejor dicho, por el novio de su mamá… decidió huir de su casa y ahora duerme en las calles, pero siempre tiene una palabra amable y una sonrisa para regalar, ¡lo considero mi pana!
Hay otro que, con su abultada carga de sus propiedades en bolsas plásticas, bajó mango de los árboles con un palo y una técnica impecable, ya que tumba el mango y siempre le aterriza en la otra mano, una berraquera. Otra chica indígena que también carga muchas cosas colgadas, que es desplazada y recorre las calles con su pesada carga, siempre que la veo la invito a comer algo en alguna tienda cercana.
Algunos tienen heridas de batallas callejeras por defender sus ‘territorios’ que pueden ser una cuadra o una calle. Hay uno afrodescendiente que nos visitaba con frecuencia muy bien hablado y muy culto, de un rostro hermoso que la última vez que lo vimos tenía una herida grave en una pierna, que lo estaban tratando en un buen centro de salud (pocos de ellos) y no volvió, lo extrañamos, no sabemos si vive o ya trascendió y seguramente ascendió.
La vida se vuelve más fácil cuando podemos mostrar compasión y ternura, trabajemos por un mundo más incluyente y no tan polarizado. Es más, remunerarte ser una buena persona, ¡sin odios ni juicios!
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