Nuestros referentes
Muchos íconos que guardan una relación de identidad y pertenencia con Cali pueden subsistir o no, o carecer de significado para los nuevos pobladores
En la ciudad se hallan inscritas la mentalidad de sus pobladores, las condiciones histórico–geográficas y su arquitectura desde los primeros tiempos. De acuerdo con Fernando Cruz Kronfly en el ensayo Las ciudades literarias, ella no es solo una instalación física, es ante todo una estructura cultural con convenciones urbanas, utopías, encuentros y desencuentros, evocaciones y rupturas, objeto de muchas miradas. Estos sucesos están conectados de algún modo con los lugares que nos acompañan en el transcurso de la vida, tal como la casa, el colegio, los parques, las avenidas. Son referentes que hablan de la propia historia y del futuro incierto.
En el desafío de construir y destruir para volver a construir, reconocidas instalaciones físicas se transforman o extinguen dejando una sensación de pérdida de raíces que sólo la memoria recupera. Muchos íconos que guardan una relación de identidad y pertenencia con Cali pueden subsistir o no, o carecer de significado para los nuevos pobladores o jóvenes, al vivir estos un presente caracterizado por la velocidad e inmediatez de las redes sociales. Aún así, en algún momento habrá sitios o nuevas construcciones que su psiquis registre y sientan como suyas.
Ejemplo de ello es el Bulevar del Río que ha dado un sentimiento de apropiación y disfrute a la ciudadanía, al tiempo que el deprimido se aprecia con orgullo como arteria para la circulación de ese organismo que es la ciudad.
Solo la educación y una buena disposición permiten a los habitantes reconocer las bondades de la urbe y apreciar su tradición y configuración en el marco de la gran singularidad de Cali, a saber, su naturaleza magnífica, su más generoso y vital referente. Bastaría con detenerse para admirarla y comprender la conveniencia de cuidarla y respetar las normas urbanas para una sana convivencia. Sobre todos recae el deber de recuperar el civismo y la cultura en el uso de los espacios públicos y vías, dando ejemplo ante quienes su conducta irracional los pone en evidencia.
Hay que buscar el modo de no perder los hilos conductores que enseñan el camino para sembrar afecto por la ciudad y construir un futuro. Tenemos el privilegio de contar con bibliotecas y tradicionales colegios consagrados a la educación de sucesivas generaciones. En torno al colegio anidan los primeros recuerdos y sentimientos en el encuentro con los otros, vivencias que se nos cuelan y asoman en el resto de la existencia. De ahí provienen tantas remembranzas y páginas literarias en que el punto de partida son las huellas del paso por esos claustros.
Entre dichos planteles se destaca el colegio de Santa Librada que cumple 200 años de establecido. Es una de las obras más valiosas de Cali, por su significación en la enseñanza a niños y jóvenes del Valle del Cauca. En la edificación estuvo el Convento de San Agustín, luego fue destinada al colegio, sobrevivió a la revolución de 1860 y tuvo notables reformas.
Actualmente sus exiguos apoyos lo mantienen en crítica situación. El fortalecimiento de este referente de Cali, es un clamor de la ciudadanía, y no habría excusa alguna si no se reacciona recuperando completamente sus instalaciones.
Unir la diversa población en torno a la educación y al aprecio del patrimonio material e inmaterial para beneficio de Cali y su comunidad, es el reto de todas las personas e instituciones públicas y privadas.