Columnistas
Historiador con altura
Es un historiador serio y profundo, con una bibliografía encima que él mismo ha hecho con estudio y con una biblioteca y capacidad de investigación que pocos pueden ostentar como él.
Alonso Valencia Llano es un profesor discreto en su manera de ser, con excelente humor, que mantiene el arraigo de la cultura con la sencillez de aquel que, a pesar de las dolamas que le tocó afrontar, reinició las clases, que había tenido que suspender, diciendo a los alumnos: “Decíamos ayer...”. Alonso, quien es aún muy joven, mantiene su cátedra en la Universidad del Valle desde un tiempo ya largo. Y su ciencia y material de estudio son la historia.
Es un historiador serio y profundo, con una bibliografía encima que él mismo ha hecho con estudio y con una biblioteca y capacidad de investigación que pocos pueden ostentar como él.
La Academia Colombiana de Historia, que preside el doctor Armando Gutiérrez Garnica, acaba de publicar un libro de la autoría del profesor Valencia Llano recogiendo muy serias investigaciones y la biografía de un caucano admirable, quien fue presidente de la República del 1º de abril de 1878 al 1º de abril de 1880, en el período de dos años a que se redujo el mandato presidencial bajo la constitución de Rionegro del 63. Se trata del general-abogado Julián Trujillo Largacha, sobrino además del doctor Froilán Largacha Hurtado, quien a su vez fue presidente encargado del 10 de febrero 1863 al 14 de mayo del mismo año. Popayanejos ambos del barrio La Pamba. Por cierto, el libro tiene un extraordinario prólogo del académico Rodrigo Llano Isaza. La obra se titula ‘Entre la guerra y la paz: el general Julián Trujillo Largacha’.
Este fue un abogado de profesión, pero general de las recurrentes guerras del Siglo XIX, liberal, digamos que progresista, vencedor en la batalla de Los Chancos en el Valle del Cauca y un presidente que amó la paz, que buscó la paz y trató con ahínco de que todos viviéramos en paz.
Fue la época de unos conservadores recalcitrantes y de unos liberales divididos con un criterio de extrema libertad en el campo económico. Eran los radicales manchesterianos. Y se abría espacio un liberalismo intervencionista que intentaba regular la economía con un control que iguala al liberalismo de nuestra era, que busca el avance de las conquistas sociales. Por supuesto, es fácil imaginar aquel mundo de privaciones de movimiento, solo con el caballo recorriendo montañas y llanos. Pero la gente se movía y hacía la guerra.
Época igualmente de enfrentamientos entre Mosquera y los radicales Morillo Toro y Aquileo Parra. Y Núñez, que planteó una nueva política de la ‘regeneración’, en la que se integraban liberales y conservadores. Julián Trujillo estuvo allí militando. Pero se retiró cuando el cartagenero de El Cabrero, buscando el poder, cambió sus posiciones y entregó al liberalismo. Trujillo no estuvo en ese juego y Núñez se atrevió a llamarlo traidor. Vale la pena ver en este poco espacio lo que le contestó el general-abogado:
“Que el señor Núñez haga una cosa semejante con los actos oficiales de su vida. ¡Cuando el tiempo haya corrido! Volvamos a encontrarnos, nos acercaremos para comunicarnos, con los íntimos sentimientos del corazón, cuál de los dos, en justicia y verdad, es el que ha merecido el nombre de traidor”.
Valencia Llano agrega: “Fue este debate el que me llevó a escribir este estudio biográfico sobre un hombre que, a pesar de su importancia para entender la historia de Colombia ha sido olvidado, pues solo se le recuerda en el Valle del Cauca donde uno de sus municipios de la cordillera occidental se denominó Trujillo en su honor.” ¡Buen estudio y buena historia!
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