Opinión
Incendios en los cerros
La solución es educación a los caleños, en general, a diseñar adecuadamente las barreras cortafuegos, a tener un personal permanente cuidando nuestros cerros, reforestando...
De julio 1 del 2022 a 30 junio del 2023, en Colombia, se han quemado 449.800 hectáreas, es decir, 1249 ha por día, según la estadística son casi 437 incendios diarios.
Para que en estos suelos quemados haya una restauración ecológica adecuada, en cada hectárea quemada deben transcurrir mínimo 3 años para su recuperación. Estos datos reflejan el estado de locura no solo para el ambiente, sino para nuestra propia supervivencia.
Si tomamos a nuestra Cali como ejemplo, en un solo día se presentaron 8 incendios, con más de 330 hectáreas quemadas, como el de la vereda Limones. El 99% de los incendios son provocados intencionalmente y/o accidentes (quema de basuras, colillas, arrojar fósforos a vegetación seca), que se hubieran evitado.
Las entidades como CVC, Dagma, ONG, Ejército, hacen importantes esfuerzos por reforestar nuestros cerros y cuando creen que lo han logrado, después de sembrar miles de plántulas y cuidarlas como bebes, la acción de un pirómano, un accidente, un descuido arrasa con todo. Tiempo, presupuesto, esfuerzo de muchos, la fauna, flora, el suelo, sus microorganismos, las fuentes de agua de nuestros cerros son arrasados. Miles de plantas quemadas, millones de insectos, millones de microrganismos, cientos de aves, guatines, amadillos, conejos, yaguarondis, ardillas, comadrejas, ratones de monte, culebras, lagartijas, iguanas todos consumidos por el fuego.
¿Qué hacer, por Dios, para que Cali tenga sus cerros tutelares (Cristo Rey, Tres Cruces, La Bandera) debidamente protegidos? Que esos cerros ayuden a minimizar el efecto del cambio climático, a que nuestra biodiversidad se mantenga, a que sean objeto de admiración y respeto. En el cerro de Cristo Rey, por ejemplo, hay dos áreas protegidas, el Ecoparque de Cristo Rey y la Reserva Forestal Nacional de Cali, que han sido quemadas en un 90%, a pesar de las barreras cortafuego hechas por el Dagma y las comunidades del Mameyal, Pilas del Cabuyal y Atenas.
La solución es educación a los caleños, en general, a diseñar adecuadamente las barreras cortafuegos, a tener un personal permanente cuidando nuestros cerros reforestando, educando a los habitantes en prevención, a aumentar las penas para los incendiarios, a una verdadera integración institucional en función de sus responsabilidades (municipio, Dagma, y CVC por constitución por ley, por misión y por ética) deben integrarse en uno solo y lograrlo, como sugiere mi gran amigo, el biólogo Eduardo Velasco, no dejarlo al vaivén político, al vaivén presupuestal, deben conformar un equipo que ame su trabajo, que lo entienda, que lo dirija adecuadamente, seleccionar a los mejores y que se fortalezca con las comunidades circundantes para que entre todos se logre. Es fácil, con perseverancia, dedicación y deseos, de dejarle a las futuras generaciones unos cerros tutelares protegidos y mostrarles con ejemplo de trabajo mancomunado que se puede por el bien de todos.
Tenemos que hacerlo caleños. Que se puede, ¡se puede!
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