Columnistas
Inverosímil
Se sabe que el obstinado presidente nunca dejó de pensar como exalcalde de Bogotá y parece que el verdadero propósito de la travesía a China consistió en modificar el trazado del metro de la capital.
La última publicación de la prestigiosa revista ‘The Economist’ sobre Gustavo Petro lleva a muchas reflexiones. Quienes en la campaña presidencial de 2022 se dejaron engatusar por la facilidad de la parla promesera del político cordobés, tienen todo el derecho a sentirse defraudados y así lo están reflejando las encuestas que muestran una acentuada caída en la popularidad del presidente.
Desde el principio, Petro olvidó el juramento que expresó cuando el 7 de agosto de 2022 asumió el cargo de presidente: cumplir bien y fielmente los deberes que le impone su cargo. Petro ha demostrado un espíritu insurgente que se niega a entender que el oficio de presidente está sujeto a los rígidos cánones de la ley y de las formas institucionales.
En estos quince meses de gobierno hemos visto a Petro mandar a su aire, cazando peleas por aquí y por allá, manejando las relaciones internacionales del país según el humor con el que amanezca. Perú, Guatemala, Nicaragua, El Salvador y Panamá han tenido fricciones con la ‘diplomacia’ de Petro.
Aprovechando el gran amplificador que son las Naciones Unidas, Petro olvidó que Colombia, con todo lo que la queremos, representa aproximadamente un 2% del agregado global. Batuta en mano resolvió dirigir la orquesta del mundo para llevarla a asumir posiciones que causan o risa o lástima.
Petro resolvió ser un mandatario itinerante. En sus 15 meses de gobierno ha hecho 30 viajes al exterior, sin informar al país sus costos y sus beneficios. Faltan incluir aquí los alegres viajes de la vicepresidenta por el África, sin que hasta el momento se conozca su provecho para el país.
La última travesía de Petro por China dará mucho de qué hablar. Los astutos orientales suscribieron con Petro una larga lista de proyectos, intenciones y propósitos. Algunos tan delirantes como el famoso tren que espera en el macondiano mundo del presidente unir a Buenaventura con Barranquilla.
Desde luego que los organismos institucionales de control y los gremios de la producción tienen que analizar con mucho detenimiento los compromisos de Petro con China. Se sabe que el obstinado presidente nunca dejó de pensar como exalcalde de Bogotá y parece que el verdadero propósito de la travesía a China consistió en modificar el trazado del metro de la capital.
Con entereza digna de admirar, la alcaldesa Claudia López le recordó al presidente que estaba incurriendo en ‘invasión de carril’, porque la decisión sobre el contrato de la primera línea del Metro ya fue tomada por las autoridades de la capital. Pobre sigue siendo la imagen que dan los políticos capitalinos, que desde hace décadas se ponen zancadillas los unos a los otros para evitar que el metro se construya.
Pero lo que sí es inverosímil es el estado de frenesí en que entró Gustavo Petro, tras negarse a condenar los execrables asesinatos y crímenes cometidos por el grupo terrorista Hamás el 7 de octubre en territorio de Israel. Decenas de mensajes vía X envió el presidente en los cuales arremetió contra todo el que se le opusiera.
Es absolutamente condenable el agravio de Petro al tildar de Nazis a los israelíes. Nadie sufrió más que el pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial a causa de la despiadada persecución de las tropas del nazismo. Petro debe escoger si entra a la Historia o se vuelve personaje de historieta.
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