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La aventura de la vida

Me atrevo a pensar en la aventura que vive el cristianismo en esta época tan especial, en la cual se abre la posibilidad de una vida renovada

22 de diciembre de 2021 Por: Vicky Perea García

En el edificio central en donde está la administración de la Universidad del Valle, en el primer piso mirando hacia la zona verde antes de seguir hacia el interior del edificio E 1, se encuentra de frente con un espacio en donde se alcanza a oír una música espiritual y hoy de Navidad. Es la capilla y en el fondo de ella en su parte de atrás, se encuentra la pequeña oficina en donde está el capellán, dispuesto a escuchar a quien allí se acerca. La pregunta frecuente después de admirarse quién entra, al encontrar un sitio como este, dentro de Univalle, es casi en su mayoría sobre el objetivo de la vida, y en ello de la realización, de conseguir la felicidad, de llegar por el conocimiento a lograr aventurarse en el pensamiento en donde pueda discernir el bien, lo bueno, la verdad.

Me motivó escribir sobre la aventura de la vida, y sobre mi presencia en Univalle, un joven que maravillado y con cara alegre y muy entusiasmado entró en estos días de pandemia, y cercanos a la Navidad, y me preguntó: ¿Hoy hay misa?, después de darle la respuesta negativa por motivos de permisos y bioseguridad en estos momentos, dijo: qué bueno encontrar un lugar como este; es especial, uno lo necesita para sentirse nuevo, alegre, seguro, feliz. Le pregunté: ¿Qué estudia?, me dijo: estoy haciendo la maestría en matemáticas. Ahí abrimos una conversación más profunda, pero lo que quiero decir, es una idea que me dijo: “Es una aventura la vida, cuando se piensa que no solo es inmanente, sino transcendente, por eso le he dicho, que me siento hoy feliz de haber descubierto que en el lugar donde me nutro de la ciencia que estudio, encuentro un espacio para pensar en transcendencia”.

Esta frase de inmediato me hizo recordar, otra que usa mucho el papa Francisco, pero su origen está en la madre Teresa de Calcuta: “Si tu vida no sirve a los demás, tu no sirves para vivir” y ya en años anteriores en las reuniones y charlas que el cardenal Martini tenía con librepensadores sobre temas que tienen que ver con la aventura de vivir, y la esperanza que debe invadir a quien ha descubierto el sentido de la vida: su objetivo es lo que el hombre aprende al observar la historia, la cual en verdad es un camino hacia una meta fuera de la inmanencia, en los acontecimientos contingentes, señalan el lugar ético en el que se decide el futuro meta-histórico de la aventura humana y por eso en lugar de ser la historia estática en la observación de acontecimientos, tiene direccionalidad, va en marcha, se proyecta más allá y deja de ser objeto de cálculo, sino de esperanza y mucho más cuando el hombre en ese caminar reconoce los errores y corrige para hacer mejor el futuro, y todo esto es lo que nos hace pensar por supuesto en la transcendencia.

Me atrevo a pensar en la aventura que vive el cristianismo en esta época tan especial, en la cual se abre la posibilidad de una vida renovada, recreada, nueva, que se inicia en la historia humana con el emprender ese camino el Transcendente, hacia el hombre, para que el mismo hombre seducido por la presencia en la tierra de la mayor fuerza ordenadora del universo, emprenda la mejor aventura de creer, confiar, amar y seguir a quien le llena todos los objetivos de la vida, de su existencia.

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