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José Antonio

Son estos meses como Ministro con pensamiento propio los que catalizaron una innegable corriente de admiración y aprecio.

13 de mayo de 2023 Por: Fernando Cepeda Ulloa
Fernando Cepeda Ulloa

Fuimos cercanos cuando con José Antonio Ocampo coincidimos como profesores en la Universidad de los Andes. Édgard Revéiz, colega y amigo, nos llevaba a la Universidad todos los días y así armábamos una tertulia que animaba el trayecto que arrancaba más allá de la Calle 127 con la Avenida de Suba. A los tres nos unía un interés general y, no meramente profesional, sobre la situación del país y otros temas que lo afectaban, como los internacionales.

Esa tertulia desapareció en algún momento porque tomamos caminos diferentes que nos alejaron geográficamente. Pero siempre he estado atento a sus escritos que ratifican esa condición intelectual de un auténtico estadista. Porque no es solamente un economista destacado. Y no olvido lo que casi todos ya no recuerdan, que en algún momento fue candidato para la presidencia del Banco Mundial, postulación que infortunadamente Colombia no respaldó.

Durante el proceso de las consultas interpartidistas se conoció su papel en la Coalición Centro-Esperanza. Y desde entonces, se supo que Gustavo Petro ya le había puesto el ojo. El propio Sergio Fajardo así lo informó en algún debate y Gustavo Petro lo reconoció. Por eso, su designación como Ministro de Hacienda era una suerte de nombramiento anunciado que se hizo realidad.

Ninguna otra decisión le dio tanta tranquilidad a la ciudadanía, pero en particular a los actores económicos nacionales y extranjeros. Tenemos una enorme deuda de gratitud con José Antonio. Ya su trayectoria académica y docente le había ganado respeto en los más diversos sectores. Y su desempeño como funcionario público.

Curioso. Son estos meses como Ministro con pensamiento propio los que catalizaron una innegable corriente de admiración y aprecio. Aún de dirigentes políticos que no lo tenían entre sus principales afectos. No dudo que al tener la oportunidad de hacer una reflexión sobre sus 46 años de vida profesional, afirme que estos ocho meses fueron los más duros. Si él no lo hubiera dicho así a Ricardo Ávila en la entrevista publicada el jueves 11 de mayo, creo que quienes seguimos con mucha atención y no poca preocupación su reciente gestión habríamos concluido lo mismo.

Es por eso que muchos nos reafirmamos en la fundada admiración por la manera como José Antonio cumplió un encargo tan complejo, tan difícil, en un momento clave de nuestra historia, no solamente la reciente. El historiador sabe que ahora hace parte eminente de nuestra historia. Y en buena hora.

La Universidad de Columbia, sus colegas académicos, sus estudiantes, encontrarán ahora a un profesor enriquecido con una experiencia única, y que muchos como él ¡envidiarían haber vivido! Y, una vez más, expreso mi perplejidad ante el privilegio que tienen universidades y centros de pensamiento en los países desarrollados que aprovechan estas experiencias al máximo mientras las nuestras se contentan con alguna o varias conferencias. ¿Hasta cuándo? Esto ocurre también, con los expresidentes.

Buena noticia que José Antonio seguirá dando consejos, que “Seguirá aportando”. En un ensayo publicado por la Universidad Icesi, en Cali, titulado ‘Desempeño y desafíos de la economía en Colombia’, José Antonio luego de hacer un balance equilibrado, plantea que: “El reto más importante para Colombia radica en la mejora de la igualdad, particularmente una mejora en la distribución de los ingresos extremadamente altos y la reducción de la gran brecha entre lo rural y lo urbano”.

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