Columnistas
La canción chilena y Allende
La música chilena que ha expresado los sentimientos de los actores del experimento revolucionario de Chile, de las víctimas de la dictadura y de los sobrevivientes que miraron hacia adelante y reconstruyeron la esperanza.
11 de septiembre de 1973. El palacio presidencial de Chile es bombardeado por aviones y tanques de las propias fuerzas armadas chilenas. El traidor general Pinochet, con el apoyo de Nixon, Kissinger y la CIA, dirige un sangriento golpe de Estado para derrocar al gobierno legítimo de Salvador Allende, el primer presidente socialista elegido por el voto popular en América Latina. Allende prefiere morir antes que entregar el poder a los golpistas.
Mucho se ha dicho y escrito al cumplirse 50 años de ese día aciago, para analizar el golpe, sus causas y consecuencias, el proceso del neoliberalismo chileno desde la dictadura y su caída, los años de la concertación socialdemócrata, el péndulo que regresó a la derecha al poder y que nuevamente dio paso a una izquierda más radical. No tanto sobre el papel de la música chilena que ha expresado los sentimientos de los actores del experimento revolucionario de Chile, de las víctimas de la dictadura y de los sobrevivientes que miraron hacia adelante y reconstruyeron la esperanza.
En los años 1960 se desarrolló en Chile un movimiento de músicos que buscaba recuperar e innovar la música folclórica del país, a partir de los trabajos de folkloristas como la gran Violeta Parra y sus hijos Isabel y Ángel, quienes fundaron en 1965 la ‘Peña de los Parra’. Allí llegaron con sus canciones, Víctor Jara, y grupos como Quilapayún, o Inti-Illimani. Fueron llamados La Nueva Canción Chilena.
El contacto con las raíces populares los puso cara a cara con la desigualdad y la pobreza del pueblo chileno, pues como cantaba Violeta: “Chile limita al centro con la injusticia”. Entonces la NCC se involucró con el proceso de cambios sociales que vivía el país en esa época, a punto tal que muchos de los grupos se volvieron militantes del gobierno de la Unidad Popular (UP).
Era mucha, y muy romántica, la ilusión del socialismo democrático: “¡Venceremos! Todos juntos haremos la historia / Socialista será el porvenir”, y total la confianza en que “El pueblo unido jamás será vencido”.
El gobierno de Allende enfrentó dificultades desde antes de empezar. Hoy se conocen los documentos de las conversaciones de Nixon y Kissinger en 1970, dando instrucciones a la CIA para que apoyaran a los militares para que no dejaran posesionar a Allende. No lo lograron, pero en los tres años siguientes desarrollaron, junto con los partidos de derecha, toda una estrategia de paros, bloqueos y asesinatos para desestabilizar al gobierno.
El fatídico 11 de septiembre, Pinochet y sus secuaces se tomaron el poder y comenzaron 19 años de sangrienta dictadura. Víctor Jara fue una de las primeras víctimas. Otros como los Quilapas o los inti tuvieron la ‘suerte’ de estar en gira de conciertos en Europa. Salvaron sus vidas, pero sufrieron largos años de exilio, soportando el dolor por los compañeros muertos, la nostalgia por la patria y la constatación de que el proyecto era inviable.
No se rindieron y mantuvieron viva la esperanza, con Pablo Milanés que cantaba, “Yo pisaré las calles nuevamente/ de lo que fue Santiago ensangrentada/ y en una hermosa plaza liberada/ me detendré a llorar por los ausentes”.
Después del golpe, la NCC se vino a llamar ‘Canción Nueva’ que sigue vigente, aunque el modelo socialista haya fracasado, porque como lo cantó Jara unos meses antes de su asesinato: “Canto que ha sido valiente, / siempre será Canción Nueva”.
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