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Jorge Humberto Cadavid Pbro

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La dignidad humana

Por supuesto que en su fe, la Iglesia se basa en la verdad ontológica, promoviendo el respeto y el amor hacia todos “sobre una triple convicción que, a la luz de la fe cristiana, confiere un valor inconmensurable a la dignidad humana y refuerza sus exigencias intrínsecas”.

8 de mayo de 2024 Por: Jorge Humberto Cadavid Pbro

Hace tres semanas dejó este mundo, al cual le entregó su vida como pastor incansable para llevar a las ovejas por el camino seguro de la justicia, el derecho, la verdad y sobre todo el servicio al más desprotegido, en su dignidad: el pobre y el humilde, el migrante, el desplazado, en lo cual no escatimó esfuerzos para protegerla, sino que levantó su voz reclamando la verdad y el derecho, la honestidad y el respeto de la dignidad de la vida humana para que no lo convirtieran en negocio de intercambio.

Así mismo propició y creó centros de recepción de migrantes colombianos en las fronteras y en la capital del país, conformando, en su inquietud por proponer salidas y en la búsqueda de la paz, la Comisión Nacional de Reconciliación. Y cuando el primer servidor del país de entonces, olvidando la dignidad del puesto representativo de toda una nación, ante los desmanes en su vida personal, que se convertía en pública, alzó su voz fuertemente, que se escuchó vehemente, en los salones del club, en donde faltando a la dignidad del pueblo que lo recibía, como a la persona que como presidente representaba, le recordó su actitud indigna de primer magistrado, con sus gentes y dicha ciudad; y con la misma valentía no dudó en reclamar al Presidente elegido con dineros sucios, que era imposible que no hubiese visto, ese elefante que se le entró a su casa.

Precisamente, ante el silenciamiento de la historia de nuestra patria, ante la ausencia de vidas como la del cardenal Pedro Rubiano, que engrandece a su tierra natal Cartago y al Valle del Cauca, por la lucha por el hombre, por su dignidad, es que viene a mi mente la gran importancia del documento que precisamente y casi simultáneamente aparece sobre la dignidad humana: ‘Dignitas infinita’ para clamar por ella y su respeto entendiendo la importancia de la vida y su origen. De la misma manera traigo el texto del profeta Isaías en el capítulo 56,10-11, que es como un reproche a la ausencia de los verdaderos líderes, o de los auténticos políticos, o de los obedientes y fieles pastores y que dice: “Sus Atalayas son ciegos, todos ellos ignorantes; todos ellos perros mudos, no pueden ladrar, soñolientos, echados, aman el dormir. Y esos perros comilones son insaciables; y los pastores mismos no saben entender; todos ellos siguen sus propios caminos, cada uno busca su propio provecho, cada uno por su lado”.

Debido a lo anterior es que uno considera la importancia del documento papal sobre la dignidad; esta declaración pretende aportar y de ahí sutrascendenciaa para el momento que vivimos tan complejo en nuestra historia, porque trata de resaltar lo más importante: La dignidad infinita e inalienable de cada persona y nos recuerda la importancia de los derechos humanos que ya estamos a 75 años de su declaración.

Por supuesto que en su fe, la Iglesia se basa en la verdad ontológica, promoviendo el respeto y el amor hacia todos “sobre una triple convicción que, a la luz de la fe cristiana, confiere un valor inconmensurable a la dignidad humana y refuerza sus exigencias intrínsecas”. En especial, cuando “la revelación bíblica enseña que todos los seres humanos poseen una dignidad intrínseca porque han sido creados a imagen y semejanza de Dios”. Dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”, precisamente por ello es que traje a la memoria al cardenal Rubiano, que escuchando a Isaías, repetía que él como pastor no podía ser perro mudo y dedicó su vida a la defensa de los derechos humanos y la dignidad del individuo.

Como también pienso en la insistencia en estos 11 años de pontificado del papa Francisco, en su lucha por los migrantes y los descartados de la sociedad, complementadas con lo que acerca del pobre habla Benedicto XVI, lo mismo que Juan Pablo II y Pablo VI, entendiendo que el desarrollo de los pueblos no se puede desprender de la justicia, la verdad y la vida, y que todo ello tiene repercusión en la dignidad humana, para construir la paz, por eso el Evangelio no se puede desligar de la economía y de la política, porque es ignorar la mejor acción humana que es la búsqueda del bien común, como la mejor política que puede ejercer un creyente.

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