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La enfermedad secreta
Es un secreto que algunas veces se comparte con naturalidad entre las adolescentes que sufren de la misma enfermedad, pero pasada esta época, se entierra como un asunto inconfesable.
Algunos síntomas sirven para expresar la infelicidad sobre la cual las personas no pueden hablar.
La bulimia es una enfermedad secreta en varios sentidos. El enfermo gasta una energía enorme para que nadie se percate del trastorno que está sufriendo, la familia para no tener que aceptarlo y la sociedad de consumo para lucrarse de la enfermedad. Es un secreto que algunas veces se comparte con naturalidad entre las adolescentes que sufren de la misma enfermedad, pero pasada esta época, se entierra como un asunto inconfesable.
Es uno de los trastornos alimentarios más comunes y se lo considera como una verdadera epidemia. Se define como “atracones” de comida, asociados a vómito inducido, uso de laxantes, diuréticos, dietas, ayuno y/o exceso de ejercicio. Es mucho más frecuente en mujeres que en hombres en una proporción de 10 a 1.
Algunos autores piensan que es la forma -absurda por supuesto- a través de la cual la enferma intenta controlar su propia vida, que íntimamente considera desorganizada o caótica. Con mucha frecuencia el síntoma sirve para expresar la infelicidad sobre la cual la enferma no puede hablar. La depresión y muchos otros trastornos emocionales suelen acompañar este trastorno.
La bulímica tiene comportamientos peculiares sobre la alimentación o ideas irracionales sobre el peso, que pueden tenerse en cuenta como señales de alerta. Algunos ejemplos incluyen el cortar la comida en pedacitos o jugar con ella en el plato. Evitar que la vean comiendo. Comer muy poco, despacio y con poca variedad. Hacer comentarios negativos o expresar una preocupación persistente sobre las dietas, el peso o la figura. Usar vestimentas demasiado amplias. Hacer ejercicio en exceso. Utilizar diuréticos, laxantes o enemas. En las ocasiones en las que come, ya sea en su casa o en un restaurante, va al baño, vomita y regresa a la mesa como si nada hubiera ocurrido. En casos más crónicos la persona puede sufrir amenorrea (deja de menstruar).
La bulímica domina el arte del disimulo y niega con tranquilidad pasmosa cualquier evidencia de enfermedad cuando es confrontada. La familia suele contribuir al secreto gracias al desconocimiento, la ingenuidad frente al problema o porque con muchísima frecuencia se origina en relaciones conflictivas con una madre narcisista. Cuando estos enfermos tienen que confrontarse con la severidad del trastorno, les genera rabia y rechazo.
Lo más difícil es entender la naturaleza irracional del trastorno.Hay que destacar que muchas de las familias de las bulímicas consideran la delgadez extrema como la alternativa más deseable y así no lo digan abiertamente en el fondo tienen el convencimiento, por supuesto equivocado, de que es un requisito indispensable para lograr la felicidad, el amor y el éxito en la vida. El grotesco énfasis social y comercial que se pone en la figura, las apariencias y la fachada, refuerzan una convicción que nace en el hogar. Un par de ejemplos son la epidemia de cirugías plásticas inapropiadas y el advenimiento de toda clase de programas de adelgazamiento que desconocen que el aumento de peso no es un problema de dietas sino un asunto mental.