Columnistas
La monja de los animales
La exposición del trabajo de la hermana Olivia tiene como propósito desvirtuar una idea añeja: que la fe y la ciencia son asuntos contradictorios.
En vida se llamó María Olivia Quintero Valencia, pero era conocida como ‘la monja taxidermista’. A propósito de la COP16 que se realiza en Cali, una exposición de sus animales disecados está abierta al público en el Museo de Arte Colonial y Religioso La Merced, en el centro de Cali. La entrada apenas cuesta $5.000.
Allí, además de conejos, culebras, pájaros, un mono, comadrejas, patos, que se conservan como si siguieran con vida, se narra la vida de la hermana, reconstruida por la estudiante de historia de la Universidad del Valle Oriana Fantiny Borrero, y Alejandro Archila, el director del Museo.
La monja taxidermista nació el 3 de septiembre de 1931 en el municipio de Restrepo, Valle del Cauca, en una familia inquieta intelectualmente: profesores, músicos, apasionados por la literatura. Aquel entorno, sospecha Alejandro, fue lo que hizo de Olivia una monja polifacética, que además de religiosa y taxidermista, era profesora y artesana.
En el Instituto Campesino de Sutatenza, en Boyacá, se formó como Dirigente Campesina de Escuelas Radiofónicas para, a través de la radio, acercarse a la comunidad. En una foto se le ve en una cuatrimoto por los llanos del Casanare.
Porque la hermana Olivia era “de combate”. Su vida no era tanto el claustro, los conventos, sino las misiones. Al principio le escribió a la hermana Laura Montoya, canonizada en 2012 por el Papa Beneficto XVI, para que la recibiera en su congregación de misioneras. La carta está en el Museo. No se sabe qué pasó, pero la santa Laura no la recibió en su congregación, así que Olivia acudió a las misioneras Agustinas Recoletas. Su primera misión fue en Tumaco. También estuvo en Manizales, Florida, Cali, Sabanalarga, Tauramena, Bogotá. En Perú hizo misiones en Cochabamba.
Parecía que la hermana Olivia ejercía una atracción en los animales, que saben distinguir a las personas en las que pueden confiar. En otra foto se ve a Olivia alimentando perros en Tumaco mientras se acercan chiguiros en busca de su mano.
Como era profesora de ciencias naturales, decidió estudiar taxidermia para enseñar sobre la anatomía animal. Hizo un curso por correspondencia, en los años 70, en un instituto ubicado en Omaha-Nebraska, Estados Unidos. El telegrama y las encomiendas eran el ‘Zoom’ de la época. Su examen final consistió en enviar un ave disecada, con la que le expidieron su diploma de la disciplina que se encarga de conservar los animales que han fallecido manteniendo un aspecto lo más natural posible, como si estuvieran vivos.
Con el diploma, la hermana Olivia trabajó enseguida con el científico Federico Carlos Lehman en el Museo de Ciencias Naturales, que en ese entonces quedaba en el barrio Santa Teresita y, en la entrada recibía a sus visitantes con Truncho, el tigre que nació y murió en el Zoológico. La hermana fue la ayudante de taxidermia de Federico.
Lo que se cree de los animales que ella disecó es que sus cadáveres se los encontraban en el campo los campesinos de los pueblos que recorría la hermana, y, se los llevaban para que los inmortalizara. Uno de los más curiosos es el mono aoutus, que parece haciendo pistola con sus manos; también hay un basilisco, que hace parte de la familia de los lagartos, y un perro de monte, además de un tucán.
La exposición del trabajo de la hermana Olivia tiene como propósito desvirtuar una idea añeja: que la fe y la ciencia son asuntos contradictorios.
A lo largo de la historia, explica Alejandro Archila, el director del museo, hombres y mujeres de fe se han dedicado a la ciencia, para entenderla. Es el caso de la hermana Olivia. “Claro que es más fácil desde la fe entender la ciencia, que desde la ciencia entender fe”, apunta Alejandro.
Lo que se anhela una vez finalice la exposición es que o bien en el Museo de Ciencias Naturales, o en Restrepo, se abra un lugar para preservar el trabajo y la memoria de la hermana taxidermista Olivia Quintero Valencia y se continúe haciendo pedagogía sobre el cuidado de los animales.
Ella murió hace poco: el 29 de julio de 2022, a las 3:00 a.m, a los 90 años de edad. La causa fue una neumonía, secuela de la pandemia del Covid 19. Sus restos reposan muy cerca de su exposición, en el cenizario del Convento La Merced.
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