Columnistas
La palabra dicha
Enardecer así los ánimos por los riesgos que conlleva se percibe como una presión sobre el Congreso, dado que pueden pesar en sus decisiones en torno a las propuestas de Gobierno.
Propio de los tiempos que corren es la vertiginosa explosión de la comunicación gracias al internet que la democratizó al infinito en redes y mecanismos digitales, con todas sus bondades y riesgos. El asunto se complica cuando funcionarios públicos gestionan sus competencias o desacuerdos en tales medios con el ímpetu de adolescentes, olvidando el cuidado y la ponderación que deben tener sus palabras. Al no contrastar previamente su dicho con la razón o la ley, en algún momento el inconsciente de su psiquis revelará su recóndito deseo, o se pondrá en evidencia su desconocimiento de la materia en cuestión, para bien o para mal según se mire.
Así ocurrió con el presidente Petro cuando desde el fondo de sí mismo dejó ver su pretensión de poder y sabiduría en un malabar al aire, allende la Constitución de la República, para considerarse literalmente jefe del Fiscal, lo que le salió mal por desconocer un lindero pilar de la democracia. Si bien posteriormente prometió respetarlo, quedó claro que como en campaña, se tantean líneas para desplazarlas cuando estorban, actitud inquietante manifiesta en su discurso del 1 de mayo. En síntesis, advirtió: pensaron que Petro tiene tantos obstáculos, entre ellos la separación de poderes para acorralarlo, pero no, para eso está la revolución, término que después matizó.
Es sabio el proverbio chino según el cual, hay tres cosas que nunca regresan: la flecha disparada, la palabra dicha y la oportunidad perdida. Cada una tiene que ver con su naturaleza y la consecuencia de no retornar una vez acaecido el hecho, pues aún si se recogen velas, lo manifestado ya ha sido interiorizado por la audiencia en su sentido obvio, y difícilmente variará su percepción. Expresiones de un gobernante que en lugar de unir exacerbe los espíritus y la confrontación entre sectores cualquiera que sea la excusa, puede desencadenar actos indeseables o violentos de algunos seguidores o primeras líneas que luego no podrá contener.
Al decir el mandatario que las reformas propuestas llevarían a una revolución si no se aprueban, vía movilizaciones como en las gestas de Bolívar o Gaitán, su eco se materializó por ahora en la guardia indígena apostada ante el Congreso de la República para incidir en el PND, lo que no está prohibido, pero intimida por el número de integrantes cercano a mil, y por la potencialidad de atraer otras fuerzas, como ocurrió en su entrada a primera hora del primer día del asalto a Cali en el 2021, al tiempo que manos ocultas impulsaron la destrucción de bienes públicos y privados. Los grupos que desafían a las autoridades y manipulan poblaciones están prestos a pescar en río revuelto.
Enardecer así los ánimos por los riesgos que conlleva se percibe como una presión sobre el Congreso, dado que pueden pesar en sus decisiones en torno a las propuestas de Gobierno. La incertidumbre por esa situación afecta al mandatario y al país de todos, porque si falla la deliberación libre y constructiva se perderá la oportunidad de mejores reformas.
La palabra funda, salva o condena, en todos los tiempos y pueblos. Cuenta García Márquez que a sus 12 años estuvo a punto de ser atropellado por una bicicleta, un señor cura que pasaba le salvó con un grito: “¡Cuidado!”, el ciclista cayó a tierra, el señor cura, sin detenerse, me dijo: “¿Ya vio lo que es el poder de la palabra?”. La misma exclamación conviene en este momento.
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