Columnistas
La primera fecha
Pero la literatura me gusta más, porque lejos de olvidar nos invita a recordar y darle voz, contexto, comprensión 360 a lo que ocurría...
Una novelista que narra un acontecimiento con fecha, y a partir de allí despliega una ruta literaria revolucionaria, es la premio Nobel francesa Annie Ernaux.
En su novela titulada ‘La Vergüenza’, la premio Nobel Annie Ernaux narra la escena de violencia familiar que vivió a los 11 años de edad, cuando su padre casi mata -con hacha- a su madre; al rato se calman, todos dan un paseo en bicicleta por la campiña francesa y nadie habla nunca más del incidente.
Años más tarde, la escritora retoma ese suceso que describe como el primer acontecimiento de su vida que tuvo fecha.
Porque antes la infancia era un soleado y etéreo transcurrir de días, pero tras este instante traumático comenzó el calendario a tener puntos de marcación.
De alguna manera, aunque no murieron su padre ni su madre, sí murió su pertenencia incuestionable a un sistema familiar tóxico, que calla y sigue adelante.
Ernaux regresa con los recursos intelectuales y verbales de su vida adulta, a ese 15 de junio de 1952 en el que todo cambió, para conquistar las respuestas que no podía haber tenido a tan temprana edad.
Esa idea de Ernaux, de que existe para cada uno de nosotros una “primera fecha” en el calendario personal, me ha tenido pensando. ¿Cuál es mi primera fecha? ¿Cuál es ese primer acontecimiento que se quedó como marcador y punto de referencia para interpretar el futuro?
Lápiz en mano, he hecho averiguaciones. Identifiqué el momento en que aprendí a leer. Lo recuerdo perfectamente. Casi puedo volver a sentir la química cerebral de aquel instante en que los fonemas y grafemas se articularon y dieron inicio a un movimiento, semejante al de los engranajes de un reloj.
Otro marcado es cuando supe que quería dedicarme a escribir: recuerdo la luz, el salón, mi uniforme escolar, el libro que tenía entre las manos, el fragmento que leía, todo.
Otro, ese sí cruel y terrible, lo he situado el 18 de junio de 1985, y tiene que ver con los secretos familiares.
Mucho de lo que consideramos terapéutico, hoy por hoy, consiste en intentar olvidar, borrar, pasar la página, adormecer con técnicas y meditaciones. “Perdona tu pasado”, dicen por igual las religiones y la pseudociencia.
Pero la literatura me gusta más, porque lejos de olvidar nos invita a recordar y darle voz, contexto, comprensión 360 a lo que ocurría, para tomar distancia, para ver con perspectiva la foto completa. No para perdonar sino para entender y que, habiendo entendido, sea innecesario perdonar.
Me permiten, queridos lectores, que hurgue en su intimidad y les pregunte: ¿Cuál es su primera fecha? Con día, mes, año, hora, suceso. Los invito a pensarlo, y luego convertirlo en el detonante de un texto.