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Mario Fernando Prado

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Las chocleras, ¿sí o no?

Ese sitio, enfatizan, no resiste una visita de la Secretaría de Salud ni menos un análisis de las condiciones de salubridad...

13 de septiembre de 2024 Por: Mario Fernando Prado

Empate técnico entre quienes escribieron en favor y en contra de las chocleras de la circunvalación.

Quienes dicen que se deben quedar manifiestan que no se puede erradicar una tradición muy caleña que lleva 20 o más años desde las épocas del pesebre del padre Hurtado Galviz, y que debe respetarse un derecho adquirido que han permitido (¿o tolerado?) varias administraciones haciéndose los de la vista gorda porque no se han atrevido a ponerle el cascabel al gato.

Además, quienes allí se ubican, derivan su sustento de esta actividad de la cual viven, o sobreviven, varias familias que, si les erradican no tendrán trabajo e ingresos para con que comer y que, además, existe una protección del Estado por el llamado derecho al trabajo.

Y que también, las chocleras forman parte de nuestras comidas ancestrales, atractivo turístico de obligada visita para propios y extraños, y que las incomodidades que se originan por la congestión vehicular (que crece geométricamente), es algo pasajero sin mayor trascendencia.

Para Cali, que vive colapsada en su movilidad, el trancón de las chocleras que les permiten realizar una actividad digna, merece la paciencia y la tolerancia que harta falta les hace a los caleños.

Pero, por otra parte, quienes consideran que deben irse de allí, exponen argumentos que tienen que ver con la invasión de un espacio público y más de un parque natural que es preciso conservar y preservar. Alegan que allí no solo se expenden los choclos, sino fritangas recalentadas, gaseosas, cervezas, otros licores y hasta drogas. También se instalan sillas rimax, carpas y equipos de sonido, convirtiendo este icónico lugar en un chiquero por el basurerio que queda cada noche.

Y algo peor dicen: la cuestión sanitaria, porque en ese lugar, supuestamente, no hay ni agua ni baños y las vendedoras, sus familias y sus clientes deben hacer chichi y popo detrás de los árboles. Además, ¿de dónde sacan agua para lavar sus choclos, que no sea de unos baldes cada vez más contaminados?

Ese sitio, enfatizan, no resiste una visita de la Secretaría de Salud ni menos un análisis de las condiciones de salubridad que, si se aplica la norma, daría para aniquilar a las chocleras ipso facto.

Finalmente, como el bien público prima sobre el bien particular, ganan los que se ven perjudicados por causa del trancón.

Difícil encontrar una solución que satisfaga a las partes, y como lo dijimos al comienzo de esta columna, no hay quien se le mida a ponerle el cascabel al gato y las cosas seguirán así, aumentando la congestión cada vez más.

Allí, entonces, se quedarán varías generaciones de chocleras per saecula saeculorum, amén.

PD. En el anterior Sirirí, al referirme a los periodistas y presentadores (as) que han pasado por Noti5, omití a Carmen Elvira Saavedra, quien estuvo por muchísimos años en este muy querido noticiero.

PD 2. Yo hablo bien de Cali

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