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Trump en campaña

Donald Trump no gobierna, está en campaña electoral. Sus viajes, discursos, abrazos, disgustos, persiguen un solo fin: su reelección el 3 de noviembre de 2020.

11 de julio de 2019 Por: Liliane de Levy

Donald Trump no gobierna, está en campaña electoral. Sus viajes, discursos, abrazos, disgustos, persiguen un solo fin: su reelección el 3 de noviembre de 2020. Ostentando su conocido eslogan ‘Make America Great Again’, modificado en ‘Keep America Great’ (mantenga América grande’) -que insinúa que fueron sus años de gobierno los que le devolvieron su grandeza a la nación norteamericana-, Trump se vale de una fiel base electoral de más del 40% y que en el 2016 le ayudó a llegar a la Casa Blanca para ampliarla con centristas poco convencidos por la opción demócrata. Al parecer va por buen camino, a pesar de los medios adversos y la imprevisibilidad de su comportamiento que horroriza a los observadores. ¿Qué hace Donald Trump para merecer tanto apoyo? Ser el mismo siempre y decir lo que piensa a su manera, simplista, vulgar y no políticamente correcto. El país ‘profundo’ se identifica con él y lo apoya.

Para defender los logros de su administración Trump se jacta de cumplir promesas electorales. En política interior Trump no tiene problemas para convencer; la buena salud de la economía y el bajo nivel de desempleo baten récord. También gusta su insistencia sobre la idea de que “ya no se entra a Estados Unidos sin control” y la necesidad de construir un muro antimigratorio a lo largo de la frontera con México. En sus mítines populares se escucha gritar en coro “construya el muro”, aunque represente un problema moral para muchos norteamericanos.

En política exterior Trump se proyecta como un negociante astuto y pragmático, capaz de comportarse de manera violenta en una negociación y de repente, cambiar para volverse amistoso e incluso cariñoso con la gente que acaba de maltratar. Una estrategia desconcertante que hasta ahora no hizo mayor daño, pero es (al decir de los expertos) muy peligrosa. Ejemplos:

Trump acusa a China de abusar de Estados Unidos en el aspecto comercial, pero últimamente bajó el tono, frenó su ira e intención de castigar las exportaciones chinas con considerables aumentos aduaneros. En la última reunión del G20, en Osaka, el Presidente norteamericano se reunió amistosamente con Xi Jinping para acordar que de ahora en adelante China importaría más productos norteamericanos que en el pasado, en compensación por los abusos cometidos. La decisión gustó a los empresarios norteamericanos que temían una recesión económica por culpa de una pelea sino-norteamericana.

En Venezuela Trump quiso ayudar a librarse del nefasto régimen de Nicolás Maduro, meta que todavía no se concretó, pero su gesto le ganó votos de la comunidad latina en Estados Unidos, usualmente conservadora y anticastrista.

En Corea del Norte Trump juega al tira y afloja al exigir que Pyongyang renuncie a sus ambiciones nucleares a cambio de vivir en paz y prosperidad dentro del régimen comunista que practica, como ocurre en Vietnam. Entretanto, gana puntos por sus pragmáticos esfuerzos de acercamiento y el ‘show’ que montó en el G20, cuando se inventó una reunión con Kim Jong-un y se convirtió en el primer presidente norteamericano en pisar tierra norcoreana.

En Israel Trump reconoció Jerusalén como capital de Israel y el Golán, anexado ansioso de atraer los votos de la comunidad judía de Estados Unidos siempre aliada con el opositor Partido Demócrata.
Y en Irán, Trump dice querer destronar a los ayatollah con las sanciones más duras jamás aplicadas, sin embargo optó por no reaccionar a la destrucción de un dron norteamericano por los iraníes y en sus discursos invita a estos mismos ayatollah a reunirse con él para discutir un acuerdo nuclear que él censuró y desbarató. Vaya uno a comprender...

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