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Los secretos de Fanor Luna

Fanor Emiro nunca fue así, aunque -vaya paradoja- tenía una lengua viperina que jamás utilizó para joder a nadie...

10 de enero de 2025 Por: Mario Fernando Prado
Mario Fernando Prado
Mario Fernando Prado. | Foto: El País.

Y se nos fue como se van los amigos queridos: sin decir adiós, pero con un “nos vemos pronto”. Nada de despedidas, nada de largas esperas haciéndole llamados desesperados a la parca, nada de santos óleos. Se marchó con su mochila de recuerdos y lo mejor, de secretos.

Y es que este personaje que durante 30 años conoció las entretelas del poder político de la comarca tenía en su haber un sinnúmero de anécdotas -que no chismes- de quienes mandaban la parada en la región, las que guardó como secreto masónico.

Él se sabía todos los cuentos más íntimos de los huéspedes del Palacio de San Francisco desde las pecaminosas épocas del ‘pene house’ hasta las sacrosantas misas de gallo, los excesos etílicos y las pataletas que había que soportarle a los dirigentes nacionales y los lagartos de turno.

Sin embargo, jamás dijo ni mu, llevándose al sepulcro lo que habría sido un best seller, vendido antes de salir impreso y adquirido desesperadamente por los protagonistas de semejante novelón.

Pero no. Fanor Emiro nunca fue así, aunque -vaya paradoja- tenía una lengua viperina que jamás utilizó para joder a nadie y que recreaba con un perverso sentido del humor con la gracia y salero que le caracterizaron.

Los cuentos de Fanor eran únicos habida cuenta que no les hacían daño a sus protagonistas.

Carecía de resentimientos y estaba por encima de las altiveces de los orgullos y las vanidades.

No le conocieron enemigos. Fue un gran componedor. Discreto y anti protagónico solucionaba chicharrones con su espíritu conciliador, carente de cualquier interés de poder y figuración.

Impecable en su trabajo y conocedor como pocos de los intríngulis del protocolo, a él recurríamos todos en busca del sabio y asertivo consejo de un maestro en esas lides.

Pero también fue Fanor un maestro en la charla amena, en el conocimiento de tirios y troyanos. No en vano sabía dónde ponían las garzas y por dónde le entraba el agua al coco.

Genio de las relaciones públicas -que no púbicas- era capaz de sentar juntos a Caín y Abel y sin querer queriendo, los ponía de acuerdo en lo fundamental alrededor de un sancocho de Graciliano o del pollo en su jugo de Hilda Cuero con quien se rumora que tuvo una amistad tan íntima que le confió las recetas de sus rabos de gallina asados y sus temerarias lenguas alcaparradas.

Con Fanor se ha ido la ‘petite histoire’ de la parroquia. No tendrá reemplazo alguno y para hablar con él habrá que enviarle un mensaje de texto que de seguro responderá desde ese lugar que no es ni el cielo ni el infierno y menos el limbo o el purgatorio.

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Posdata: Habló siempre bien de Cali con alegría y con optimismo. Buen ejemplo a seguir

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Posdata 2: Pasamos de las narco camionetas a algunas narco motos de alto cilindraje cuyos conductores se creen los dueños de las vías y desafían con su arrogancia a las gentes de bien.

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