Columnistas
Lujo silencioso
Poco a poco vamos transitando la significación de gusto y lo vamos llevando a equipararse a un lujo. Darse un gusto es casi que darse el lujo de hacer o comer o comprar algo.
Esta mañana decidí desayunar buñuelo. Son de esos gustos que se pueden escudar bien en una temporada navideña. Sin embargo, es algo que puede suceder en mi caso fácilmente, así sea abril o septiembre. También podría cambiar la palabra buñuelo por pandebono o empanada. Mi buñuelo, mi pandebono, mi empanada, mi cuerpo, mi decisión.
Los gustos son los gustos y cada vez es más difícil poder entregarse a ellos. Vivimos en medio de una constante presión de cumplir primero con las obligaciones y luego sí con la satisfacción del propio disfrute. Poco a poco vamos transitando la significación de gusto y lo vamos llevando a equipararse a un lujo. Darse un gusto es casi que darse el lujo de hacer o comer o comprar algo.
Y lo que nos sucede como individuos, nos sucede como sociedad…
Lee uno las noticias de actualidad y se da cuenta de que poco a poco nos vamos aferrando a vivir sumidos en un permanente delirio de persecución y ataques solo por no conceder victorias al oponente y no conciliar puntos de vista. En asuntos de reformas y de cambios, sale hasta el fuego amigo para señalar que hay amaño en la contratación, que los cargos se asignan a dedo, que todo se reforma para que todo siga haciéndose igual. “Yo hablo y el trasero me oye”, me contaba el amigo y abogado caleño Edgar Muñoz, que le decía a sus hijos cuando veía que la iban a embarrar luego de haberlos advertido.
Nos damos el gusto, el lujo, de enfrascarnos en peleas como esas, teniendo soluciones a la mano. Hace poco me encontré cantando la canción de la Comisión Nacional del Servicio Civil (sí, la de igualdad, mérito y oportunidad… seguramente lo acaban de hacer ustedes también), tal vez porque ahora veo a Rigo y por ahí habrá salido uno de sus mensajes en la franja de comerciales.
Me puse a buscar algo sobre ellos, sobre la CNSC, y caí en cuenta que tenemos a la mano una entidad que regula, vigila y se encarga de hacer procesos de selección para que la gente acceda a empleo público, empleo oficial por mérito y pruebas. Que eso debería ser un lujo y que no lo vemos como tal. Que el lujo que nos damos es de no usarla.
Si existe y lleva 19 años y en ese tiempo ha podido beneficiar con transparencia cerca de 326 mil familias, ¿por qué no se usa y se robustece para generar confianza y que sea la que termine llevando a cabo esos procesos de evaluación y selección para los cargos tan importantes y que tanta polémica desatan?
Bueno, los mandatarios actuales y los que vienen. Porque ellos también deben promover concursos por méritos, para que los mejores puedan acceder a la carrera administrativa. No solo la confianza que se tienen -y su sabio criterio- deberían reinar a la hora de posesionar funcionarios. Busquen y usen esa CNSC, que tiene mucho por ofrecer. No solo un jingle que se me metió en la cabeza.
Deben ser muchas más las entidades ejemplares. De hecho, deben ser casi todas. En Colombia, en papel y en planos, funcionamos a la perfección. Tenemos la teoría, pero nos damos el lujo de no ponerlo en práctica. Bueno, cada quien se da los lujos que puede. Yo seguiré con los míos, desayunando como quiera en diciembre.
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