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¿Quién lleva la vía?

Es la guerra del cemento, la anarquía del transporte urbano por dondequiera que los caleños vayan y la ausencia de autoridad para ayudar a regular la calle.

29 de enero de 2023 Por: Mabel Lara

Es la una de la tarde y en plena Calle Quinta sentido norte-sur hay una madre con bolsas de mercado en su mano izquierda y en la otra sostiene a un pequeñito que se aferra a ella esperando la indicación para pasar al otro lado y tomar el MÍO. De repente aparece un motociclista; zigzaguea entre carros, pasa a uno, salta a otro, esquiva a otra moto y al ver que no puede evitar el trancón se monta al andén donde está la señora con su muchachito.

La dama grita, se molesta, pero su incomodidad es muda porque nadie le para bolas. Ni siquiera el motociclista que solo reacciona levantando la mano como si la culpable fuera la ciudadana por metérsele en el camino, y sigue adelante. Pitando, traspasando andes en carrera contra el semáforo. ¡Sálvese quien pueda!

A esa misma hora, pero en el norte de Cali, decenas de personas salen a disfrutar su hora de almuerzo. Los motociclistas aparecen por todos lados, hay motos pequeñas, otras grandotas y las hay también ruidosas.

En la Avenida Octava norte el semáforo se pone en rojo y ante la impaciencia los motociclistas de nuevo se montan al andén. Entre transeúntes, esquivan a una jovencita saliendo de estudiar y a un caminante más que se antepone en su ruta. De repente estalla el bullicio, en la esquina una señora furiosa vocifera insultos contra un carretillero que en su afán por pasar le raya el auto.

Es la guerra del cemento, la anarquía del transporte urbano por dondequiera que los caleños vayan y la ausencia de autoridad para ayudar a regular la calle. Los carriles preferenciales para motos no han funcionado y la gente se queja que los motociclistas utilizan todos los carriles menos los que les fueron asignados. Pero no solo son ellos, en los mismos andenes los carros se parquean sin pensar en los que pasan.

Sobre la misma Calle Quinta, entre consultorios y edificios comerciales los autos se montan en las aceras sin ningún recato. También está el conductor de Uber, DiDi o los taxistas que invaden el carril del MÍO porque creen que van a prestar el servicio más rápido o a facturar más.

Los hay quienes piensan que la vía es para el más vivo, el que más pita, el que más acelera, sumado a un precario sistema de transporte público que no ayuda a dar la pelea para incentivar la disminución del uso de vehículos particulares.

En Cali nos merecemos practicas de movilidad más respetuosas y responsables que deberán ayudar en la disminución del estrés y en mejorar nuestra convivencia social. Nos toca reaprender los significados del aprovechamiento del espacio público, entendido como el territorio colectivo donde circulamos libremente pensando siempre en las necesidades urbanas de todos: no solo de los motociclistas, también de los conductores de carro que les tiran los autos a los ciclistas y motoristas, a los que amamos caminar y no usamos los puentes o las cebras. También se necesita el rediseño de calles e intersecciones, el mejoramiento de la malla vial y lo más urgente: una intervención en cultura vial, en cultura ciudadana para ayudar a entender que mi derecho a moverme “como me plazca” termina donde comienza el de los demás.

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