El desplome de Jorge Iván Ospina
El derroche empezó en septiembre pasado, cuando ya se asomaba el segundo pico de la pandemia y sin embargo el alcalde decidió invertir $3200 en el Festival de Petronio virtual.
El desplome de la favorabilidad de Jorge Iván Ospina sigue en picada, con un 36% de favorabilidad según el sondeo de Cifra & Conceptos, el más bajo de todos los alcaldes de ciudades capital. Lleva seis meses en caída libre. Y los caleños no le están castigando por la pandemia ni su manejo para enfrentarla. Le están pasando la cuenta de cobro por su derroche y despilfarro en medio precisamente de las apremiantes dificultades atraviesa la ciudad. Rodos de gastos suntuarios, porque con Ospina todo es de miles de millones, pero que además tienen el amargo tufillo de la corrupción.
Sus mega inversiones han sido para obra pública o actividades etéreas digitales, con una característica común: contratación amarrada y mediada por la intervención non-sancta de sus dos hermanos Mauricio y Diego Ospina y últimamente acompañados de la sombra funesta del destituido gobernador Juan Carlos Abadía, quien reina desde Emcali.
Salientes funcionarios, incluidos secretarios de despacho cuentan de los manejos y presiones, y que se han visto forzados a retirarse precisamente por los direccionamientos contractuales controlados por razoneros que rondan la administración municipal.
Amparado por medidas de la emergencia, Ospina ha tenido recato alguno en el gasto presupuestal que ha ido de la mano del empréstito que le aprobó en octubre pasado el Concejo municipal por $ 650 mil millones, a la manera de cheque en blanco bajo pretexto de una cacareada reactivación económica que no se ve.
El derroche empezó en septiembre pasado, cuando ya se asomaba el segundo pico de la pandemia y sin embargo el alcalde decidió invertir $3200 en el Festival de Petronio virtual. Es casi un chiste pensar en sustituir una fiesta viva, de interacción y entusiasmo como ésta, una experiencia casi que antropológica con pantallas y trasmisiones digitales. Puro humo como dicen los jóvenes, que no dejó nada, ni siquiera un aprendizaje porque tres meses después Ospina estaba repitiendo la dosis, con varios ceros más.
Contra viento y marea se empeñó en la Feria de Cali virtual en la que invirtió $11 mil millones, con cuentas aún por rendir y más de una investigación abierta. El rechazo ciudadano fue a gritos y enero ya las encuestas marcaron su desfonde. La obra pública no se detuvo, y suntuaria:
Remodelación de la Plazoleta Jairo Varela con un costo cercano a los $3 mil millones.
Ampliación del estadio Pascual Guerrero con un “nuevo concepto empresarial” por $21 mil millones.
Renovación de la Avenida Sexta por $60 mil millones.
Tres inversiones montadas sobre unas expectativas utópicas de reactivación de la ciudad con bulevares llenos de gente y un estadio con público para una Copa América que está en veremos y unos Juegos Panamericanos juveniles inciertos en tiempos en que los espectáculos deportivo están patas arriba.
Derroche en contravía a la realidad y a las urgencias de una ciudadanía desesperada, urgida de entrar en una dinámica cierta y no en fútiles estrategias de generación de empleo con la promesa de meterle unos pesos en los bolsillos de las familias de trabajadores caleños, cuando éstos se están quedando en el camino. La ciudadanía no es tonta ni come cuento y se la están cobrando al alcalde Ospina. Y en duro.
Sigue en Twitter @elvira_bonilla
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