El cuidado
Por el contrario, solo una gran minoría contamos con redes de apoyo que garantizan el adecuado cuidado de nuestros hijos e hijas.
Las últimas cifras de empleo reflejan una vez más preocupantes brechas entre hombres y mujeres: El desempleo femenino en Colombia es de 13,9% y el de los hombres de 8,8%. Esta diferencia es más grande si vemos el desempleo en jóvenes (22,7% mujeres y 14,5% hombres) e igualmente es retadora si nos enfocamos en pertenencia étnica pues el desempleo para quienes se auto reconocen como negro, afrodescendiente, raizal y palenquero, es del 20,6% para mujeres y 10,1% para hombres.
Estas cifras nos deben inquietar y nos deben llevar a reflexionar sobre las causas. Debo reconocer que siendo más joven y sin tener hijos pocas veces me preocupé por analizarlas. Tener hijos definitivamente me enfrentó al reto de ser esposa, mamá y profesional, y tener tiempo para hacerlo todo bien. Sin una red de apoyo robusta, como la que pocas mujeres podemos tener, lograrlo no hubiera sido posible. Padres convencidos y activos en su rol de crianza y cuidado, abuelas, tías o servicios de apoyo diario y la capacidad de acceder y pagar buenos lugares de cuidado y educación, hacen que este reto se pueda superar.
Tristemente esta no es la realidad de todas las mujeres. Por el contrario, solo una gran minoría contamos con redes de apoyo que garantizan el adecuado cuidado de nuestros hijos e hijas. Para dar un ejemplo, la población de Compromiso Valle tiene 32 mil beneficiarios, el 71% son mujeres y el 53% se reconoce como afrodescendiente. De estas mujeres que en su mayoría son muy jóvenes, el 51% tiene uno o más hijos. Muchas de ellas están a cargo exclusivo de sus hijos y además son responsables del cuidado de adultos mayores. Esta realidad, sumada a la falta de alternativas de cuidado, la dificultad para pagarlos o la limitación de los servicios, se vuelve una barrera inmensa a la hora de buscar trabajo e intentar acceder al mercado laboral. Aún con oportunidades laborales disponibles para ellas, muchas mujeres deben rechazarlas por el solo hecho de no tener cómo asegurar el cuidado de niños, niñas y adultos.
Aunque en sus barrios hay Centros de Desarrollo Infantil (CDI) o guarderías, estos son incompatibles con los horarios de buena parte de los trabajos. La red de apoyo para muchas de estas mujeres es inexistente, por lo que se ven en la obligación de dejar a sus hijos solos, cuidados por hermanos más grandes o a merced de las malas compañías que son abundantes en buena parte de los barrios de Cali. La decisión de no aceptar un trabajo en estas condiciones es completamente racional. La subsistencia en sus hogares se basa en pequeños emprendimientos espontáneos o de subsidios estatales, lo cual, a todas luces es insuficiente para proveer una vida digna para ellas y sus hijos.
Es inaceptable que las mujeres que casi siempre son jóvenes, afros y muy pobres no tengan dónde dejar a sus hijos y asegurar que estén bien cuidados mientras trabajan. El primer responsable de buscar una solución es el Estado, que debe avanzar en políticas públicas y programas claros para apoyar el cuidado de niños y niñas, además de adultos mayores. Así mismo, las empresas deben avanzar en estrategias como guarderías en los lugares de trabajo u horarios flexibles para las madres. No se trata de trabajar menos, sino de tener horarios que entiendan las realidades de las madres, especialmente aquellas que son cabeza de hogar. Esta debe ser una conversación que el nuevo gobierno debe tener en cuenta al pensar en la reforma laboral. No podemos caer en la trampa de buscar proteger a los empleados, pero terminar perjudicándolos.
Para muchos este no es un tema novedoso, lo claro es que debemos hacer más y más rápido para que esta realidad sea diferente.
Regístrate gratis al boletín de noticias El País
Te puede gustar