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El imperio de los calvos

Últimamente veo mucho calvo en todas partes y peor aún de todas las edades y de todos los colores.

6 de julio de 2020 Por: Mario Fernando Prado

Últimamente veo mucho calvo en todas partes y peor aún de todas las edades y de todos los colores. Entiendo que lo que antes llegó a ser hasta motivo de vergüenza hoy es un orgullo el no tener pelo alguno en la cabeza y vaya paradoja: hay muchos calvos que lucen bigotes y todo tipo de barbas.

Es más, quienes muestran serios síntomas de calvicie ya no se hacen tratamientos costosísimos para que les nazca pelo o se lo implanten cayendo en los extremos de las pelucas y los tupés, sino que se anticipan al desentejado natural y se echan crema de afeitar y se rasuran el cráneo de manera inclemente.

Y hasta razón tendrán porque vivir luchando con cuatro greñas que se les van quedando en la peineta cuando no en el champú o en los dedos de las manos cuando intentan acomodarse lo poco que les queda, debe ser muy aburridor, así que son muchos los que en esta época deciden cortar por lo sano y se amputan lo que alguna vez fue una luenga cabellera.

Me vienen a la mente los hippies greñudos de otras épocas con un pelambre que les caía sobre los hombros y competían con sus acompañantes -esas si de pelito corto e ideas largas- muy arregladito mientras aquellos no solo tenían caspa sino que no se jabonaban nunca y hacían gala del mugrero de sus cabezas, muy parecido a lo que tenían por dentro.

Envidiosos de los que se dice que tienen una mata de pelo, ahora los desafían con sus cráneos bola de billar a las que les echan un betún que brillan con fruición y esmero. Y más ahora que se han inventado el cuento de que los calvos y/o tusos ostentan vigorosos poderes sexuales que los hacen ser perseguidos por féminas -y féminos- deseosos de interminables placeres en que la lujuria se ve satisfecha.

Por eso es que hay más de una o de uno que se traga tal leyenda y que se envalentonan con las estrellas que les van a hacer ver y que a la hora de la verdad no son más que -como dicen por ahí- sudor y pedos y se quedan, vaya paradoja, con los crespos hechos.

Pero dejemos a los calvos quietos. Resultan bien osados porque eso de pasarse una afeitadora por todo el coco casi a diario, es francamente espeluznante. Y no sé cómo manejan cosas tan simples como el frío y el calor.

Lo que sí se les abona es que son punto de referencia indiscutible cuando se trata por ejemplo de ubicar algo o alguien: no es sino decir al lado, delante o detrás del calvo y la seña no puede ser mejor.

Y aquí sí que no juega el ‘pior es nada’ porque ciertamente entre padecer esas pocas mechas producto del desenteje de los años y recurrir a la clínica del doctor Triana para que le siembren cabello o darse la pela -o la pelada- de una vez por todas, resulta más práctico esto último para que sueñen además con que son unos toros listos para embestir echando bocanadas de saliva.

***

PD.
¿Qué pasó con la apertura de los restaurantes y qué va a suceder con las miles de habitaciones hoteleras totalmente vacías? Si estamos hablando de reactivación deberían contemplar este importante renglón de la economía y no dejarlo para cuando ya estén en la ruina.

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