Más fútbol, menos odio

Si yo fuera el otoñal patriarca creado por Gabriel García Márquez en su monumental, pero agobiante novela, dictaría un decreto supremo en virtud del cual la Selección Nacional de Fútbol tendría que jugar un partido todos los días del año, salvo los 29 de febrero de los bisiestos.

Lograríamos así 365 días de ‘paz total’. La mitad del país que en lo que atañe a la política detesta a la otra mitad, ambas entrarían en modo reconciliación, y quienes ayer eran despreciables sujetos, hoy serían queridísimos compatriotas.

No creo que haya una nación en el mundo en la que el debate democrático se convierta en campo de batalla. Llevamos 214 años enfrentados como si todos no fuéramos ‘hijos de la misma Colombia inmortal’, como nos calificó Rojas Pinilla el 13 de junio de 1953, cuando desalojó del poder al oprobioso gobierno de Laureano Gómez.

Nariño contra Torres; Bolívar contra Santander; Rafael Uribe Uribe contra Rafael Núñez, alentaron diferencias políticas que desembocaron en sangrientas guerras civiles, en las que unos morían con el trapo rojo en las manos y los otros enarbolando el estandarte azul.

Cuando compite el equipo nacional, los odios desaparecen. No hay reyertas banderizas; las tesis opuestas nos parecen dignas de ser tenidas en cuenta; los dirigentes contrarios dejan de ser ogros y se convierten en lindas personas; y todos nos disponemos a ser cauda de James Rodríguez y sus compañeros.

Uno es muy inteligente después, como dice acertadamente Edgar Materón. Pasada la derrota, juzgo que sometimos a la escuadra de Néstor Lorenzo a una presión exagerada. Si le ganamos a Uruguay y empatamos con Brasil, que son más duros que los gauchos, a estos también los reduciremos. Yo, que suelo ser precavido, vaticiné 3-1 a favor de los nuestros.

¿Alguien se detuvo a pensar con cuál equipo nos tocaba jugar la final? Nadie. Todos olvidamos que en la cancha estaría el equipo campeón del mundo, con título obtenido en Catar 2022, y que ese equipo dirigido Scaloni ha conseguido, además, 15 Copas de América, cuando Colombia solo una en 2001, torneo en el que no participó el conjunto argentino.

Que hicimos un gran partido, no lo dudo, pero subvaloramos al adversario y supervaloramos el combinado tricolor. Eso del día cívico, y todos los periodistas deportivos exponiendo la táctica para derrotar a los sobradores rioplatenses; la demora en el inicio del partido; y la presentación de Shakira, fueron factores que perjudicaron el cuadro colombiano.

Se perdió el partido y hubo lágrimas. Ahora James y sus coequiperos tienen por delante la eliminatoria para el próximo mundial. Jugaremos en septiembre contra Perú en Lima y luego contra Argentina en Barranquilla. Hay que ganarles a ambos si queremos una plaza en la gran cita del 2026.

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Ha muerto una de las personas más inteligentes y cultas que yo haya conocido: Humberto Alzate Castaño, excelente abogado, destacado profesor universitario, y funcionario notable en varios cargos oficiales.

Sabía de él por su brillante trayectoria pública, pero tuve oportunidad de conocerlo cuando ambos fuimos miembros por muchos años de la junta directiva de la Fundación Plaza de Toros de Cali, a la que siempre aportó sus atinados conceptos.

Situados en las antípodas del espectro político, Alzate y yo nunca tuvimos altercados en ese campo porque siempre respetamos las opiniones de cada uno.

Me duele su partida. Caicedonia, su ciudad natal, y el Valle del Cauca pierden a uno de sus mejores hijos.