Columnistas
McCartney: una noche inolvidable
Durante el concierto pudimos recordar y pensar, como lo hacemos a diario, en todos los ausentes: nuestros abuelos, nuestros amigos y tantas personas que se han ido.
¿Cuánto tiempo tiene que pasar para procesar una de las noches más inolvidables de toda una vida? Escribo estas palabras aún emocionado por el concierto que dio Paul McCartney en Bogotá el viernes. Llevo dos días mirando por la ventana y pensando qué vendrá ahora, luego de que terminara el día que con mi familia duramos meses enteros esperando.
Son tres generaciones, la de mis abuelos, mis padres y la mía, las que han llevado como banda sonora la música de los Beatles. Cada fiesta, cada noche para nunca olvidar y cada hora difícil han encontrado redención y consuelo en las notas de canciones tan milagrosas como ‘The Long and Winding Road’ o ‘For No One’. Por eso es tan conmovedor que en pleno 2024, sesenta años después del inicio de la Beatlemanía, en un estadio en nuestro lejano país, uno de los protagonistas de esa historia diera un recital que llevaremos para siempre en la memoria.
Durante los tres días que McCartney estuvo en Bogotá, el tema de conversación en los medios de comunicación, en las calles y las redes sociales volvió a ser la música que acompañó el cambio de la vida del blanco y negro al color, y que acercó a nuestros abuelos en una época en que tantas cosas eran prohibidas. Y nos recordó que en un mundo de tantas modas, tantos nuevos ídolos y tantos fenómenos absurdos con sus respectivos minutos de fama, siempre habrá un lugar para quienes nunca podrán ser olvidados. Los Beatles y su música de paz y esperanza se vuelven más relevantes en este nuevo siglo turbulento.
Mis vecinos de puesto en el estadio, de edades similares a las de mis padres, habían viajado desde Ecuador para ver por primera vez a McCartney. Al otro lado, una mujer de una generación más joven que la de mi hermano y la mía cantaba todas las canciones con una voz entrenada y conmovida. Detrás nuestro, una familia de más de diez personas cantaba en medio de abrazos ‘Love Me Do’, una canción que nos contaron que ha sonado en todos sus matrimonios y celebraciones en estas seis décadas. ¡Cuántas cosas han pasado en estos sesenta años y al frente nuestro seguimos teniendo la fortuna de ver cantando para nosotros a quien escribió esa canción!
Tuve el privilegio de vivir este concierto con mi mamá y mi hermano, y cantar con ellos los coros de ‘Hey Jude’, una canción que me ha acompañado en la vida desde que tengo memoria. Nos cuenta mi mamá que a ella también, porque la canción salió cuando ella tenía cinco años. Y ver a su autor, uno de los artistas más determinantes del Siglo XX, cantándola sobre una tarima en nuestro país todos estos años después es, cuando menos, un milagro.
Durante el concierto pudimos recordar y pensar, como lo hacemos a diario, en todos los ausentes: nuestros abuelos, nuestros amigos y tantas personas que se han ido. A su vez, McCartney rindió un homenaje permanente a lo largo del recital a sus fallecidos amigos Lennon y Harrison, con quienes tanta música memorable creó en esos trece años que duró el grupo desde sus primeros días. Esa noche, todos los que estábamos en el estadio recordamos a los ausentes y agradecimos por la vida que aun compartimos con los presentes. Y celebramos tantas canciones que desde ya sabemos que durante el resto de la vida nos recordarán a nuestros padres y a nuestros hermanos. Pocas cosas evocan tanto el hogar y la nostalgia como la música de los Beatles.
Antes de bajar de la tarima, McCartney se despidió con un “hasta la próxima”. Guardo la ilusión de que así sea.
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