Mi Cali Pachanguera

Ocurre cada fin de año, como una expresión del alma. Ocurre también como un milagro, para exorcizar las angustias y abrigarse en los reencuentros. Ocurre porque más que una cuestión superflua, lo nuestro es cuestión de pandebono. Y entonces, los esfuerzos de quienes han hecho su vida en torno a la música florecen en esta ciudad de la romántica luna, que se sabe bella y eterna.

Un desfile monumental da la apertura al festejo, en el atardecer del día 25, como una poesía danzante que nos recuerda que aquello que ocurre en la calle, con decenas de escuelas bailando sobre el pavimento y aplaudidas desde las graderías, es nuestra forma más auténtica de celebrar la Navidad, que en esta Cali Pachanguera se prolonga hasta la madrugada del 31, cuando anticipamos la despedida del año, a nuestro modo, en modo Feria.

Es un estado de ánimo que contagia y palpita en cada rincón designado para celebrar nuestras noches buenas. Aparece en la Novena con 37, en las Canchas Panamericanas, que se transforman en un auditorio al aire libre para el Encuentro de Melómanos y Coleccionistas, en el que solo se necesita mucho amor por la buena música para disfrutar del goce. El 26 fue la Sonora Matancera la dueña del tributo y vinieron coleccionistas y cultores de Bogotá, Jamundí y de la entraña caleña para programar sus melodías, en una tarima embellecida para escuchar a las mejores orquestas de la tierra y a los que comparten con precisión sus conocimientos sobre el disco grabado en el 47, el recuerdo del baile de los 80, la voz que desapareció en los 90 y el sello que documentó cada recuerdo.

Mi Cali Pachanguera nace también frente a la vitrina de fritangas de la esquina, con una papa rellena, un aborrajado, una marranita o una empanada, adobados con buena música y la clave de comensales que se sientan a recargar baterías y a escuchar la melodía del lugar; algunos se emocionan y bailan en el andén, en un momento que queda en la memoria.

Justo este año, el himno que Jairo Varela le compuso a la ciudad cumplió sus 40 abriles, y el Grupo Niche los celebró con la gira Pachanguero Tour, que arrancó a inicios del 2024, en Australia, y culminó este diciembre, en casa, como debe ser. La historia de aquella melodía que inspiró un caleño en Nueva York, añorando su tierra a la distancia, se convirtió en un himno que sigue tan vigente, como sublime.

“Cuando la gente bailaba el pasito cañandonga, cuando la pachanga se puso de moda en Cali, eso produjo en Jairo Varela muchas cosas. El himno más popular que Jairo le hace a la ciudad tiene ese título: Cali Pachanguero, que enciende la rumba, pero nace de un dolor de ausencia”, dice José Aguirre, director de Niche, en un diálogo que tuvimos este año, para el especial de Revista Semana, sobre el Valle del Cauca.

Mi Cali Pachanguera tiene nombre de mujer, de esas melómanas bellas que el sábado 28 se adueñaron de la Feria de la Caña, rindiendo tributo a la mujer en la música latina, programando su legado y hablando de sus logros en la carpa Mi Jaragual, el evento académico del Encuentro de Melómanos que irá hasta mañana, preparado con minucia y rigor, bajo la batuta del gran Gary Domínguez.

Sí, somos una ciudad a la que la música le corre por las venas, con enorme potencial para apalancar cientos de oportunidades alrededor de lo que sabemos hacer, más allá de los seis días que el calendario define para celebrar la Feria de Cali. Y hay tantas iniciativas que sobreviven a punta de pasión y fe, sin que comprendamos lo mucho que con ellas podemos lograr. Que todo el mundo te cante, que todo el mundo te mime, mi Cali Pachanguera, hoy y siempre. Y ‘felijaño’ a quienes con cariño leen a esta servidora. ¡Se les quiere, de gratis! @pagope