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Gustavo A. Orozco Lince

Opinión

Mil Petronios más

Este debería ser nuestro festival por excelencia, ni siquiera por su potencial para atraer turistas y hacernos propaganda...

24 de agosto de 2023 Por: Gustavo A. Orozco Lince

Cali necesita más y más Petronios. Cientos. Espacios como ese tienen un valor intangible, con pocos comparables que reducen barreras en una sociedad dividida como la nuestra y que, indirectamente, construyen seguridad.

Una ciudad segura necesita confianza. Entre su gente y con las autoridades. Su ausencia dificulta la colaboración de posibles informantes, dificulta las denuncias, dificulta hasta la posibilidad de que dos personas cualquiera resuelvan sus diferencias de forma pacífica.

Esta ciudad, entre la falta de espacio público de calidad y seguro, tiene pocos lugares donde todos nos integremos. El Petronio permite precisamente eso. Con gratuidad y oferta atractiva, el festival atrae audiencias diferentes e iguala a absolutamente todos. Eso no es un hito menor en una sociedad donde las diferencias son sinónimo de hostilidad. Ni siquiera la Feria de Cali logra algo similar.

Un raciocinio así, que une el entretenimiento y la seguridad, parecería más cercano a aquellos ingenuos que creen que los problemas de delincuencia se resuelven solo con diálogo infinito, sin restricciones, con un tinto y un pandebono. Está claro que esa no es la fórmula. La realidad hoy ya lo está probando con los desastrosos intentos de cien mesas de negociación con cuanto bandido ha aparecido.

Pero se equivocan quienes creen que la cultura y el deporte no tienen relación alguna con la seguridad de Cali. No son solamente necesarios para prevenir el crimen en general robando pelados de las garras de los grupos organizados, por ejemplo. Son también instrumentos para la convivencia tan esquiva en estas latitudes.

Aunque suene light e idealista, la buena convivencia es un requisito para la seguridad, donde los problemas menores se convierten en una amenaza a la vida en cuestión de segundos. La ilustración sobra. Todos sabemos en qué puede terminar un reclamo, por irrespetar las normas de tránsito, por poner el parlante a todo taco, por no recoger lo que dejan los perros en la casa de otro.

Reducir las tensiones entre caleños es urgente. Yo creo que una buena parte de esas confrontaciones que se salen de control son resultado de la desconfianza que gradualmente se ha tomado nuestra sociedad. Cuando el extraño es por default un enemigo, la aprehensión y la hostilidad son parte de la respuesta natural. Cambiar esa lógica no es fácil después de décadas donde el riesgo nos ha puesto contra la pared y nuestra reacción ha sido buscar protección aislándonos.

La necesidad está clara. El Petronio se merece más altura, más orden, más difusión. Este debería ser nuestro festival por excelencia, ni siquiera por su potencial para atraer turistas y hacernos propaganda, pero por su potencial de ayudarnos a dejarnos de matar y pegar por cien pesos o una mirada que cayó mal.

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