Columnistas
¿Ministro?
Un ministro, de cualquier cartera y en especial de educación, debe ser merecedor de respeto independiente de sus ideas, y ante todo dar ejemplo.
Es facultad del Presidente escoger a sus colaboradores, entre ellos a los ministros. Eso no tiene discusión. Lo que sí tiene discusión es si las personas designadas responden al perfil. A este Gobierno eso no le importa y el país se acostumbró a que los requisitos de los cargos se ajustan al funcionario y no al revés. Pero más allá de lo que algunos consideran un formalismo surge la pregunta de si cualquier persona debe ser Ministro de Estado.
Irene Vélez cambió requisitos de varios cargos para nombrar filósofos en el Ministerio de Minas y Energía y al viceministro Edwin Palma le acomodaron los de la Junta de Ecopetrol. Luego vino el nombramiento de Alexánder López en Planeación, que generó críticas. Hasta la reciente designación de Daniel Rojas como ministro de Educación Nacional, cuya principal credencial es ser experto en insultar a quien piensa diferente.
Más allá de los requisitos y si cuenta con la preparación y experiencia para el cargo, que obviamente no es el caso, surge la inquietud de si un activista y bodeguero, radical e intolerante, incapaz de discutir con argumentos, que irrespeta a las otras ramas del poder, y que no baja de hijo de puta -me disculpan la palabra- a quienes opinan distinto, debe ser Ministro. Si una persona maleducada debe ser Ministro Educación.
La respuesta es: No. Un ministro, de cualquier cartera y en especial de educación, debe ser merecedor de respeto independiente de sus ideas, y ante todo dar ejemplo. Ejemplo al país y en el caso del sector educativo, a los directivos, profesores y en especial, a los estudiantes. Con qué ética y autoridad moral podría Rojas, si se le permite ejercer el cargo, solicitar buen comportamiento y trato a los demás, cuando encarna lo contrario.
En Estados Unidos, la mayoría de los ministros, viceministros y embajadores, entre otros, para poderse posesionar deben contar con la Confirmación del Senado. Más de 1200 funcionarios. Sus vidas son escudriñadas y muchos sometidos a entrevistas, para validar su idoneidad. En Colombia se convertiría en un mecanismo de chantaje del Congreso, pero para algunos cargos no estaría de más contar con una instancia de verificación de requisitos.
El Congreso cuenta, sin embargo, con un instrumento de control político: la moción de censura. Esta permite separar del cargo a un ministro “por asuntos relacionados con funciones propias del cargo”. Si bien se ha promovido en más de 40 ocasiones con poca efectividad, pues los ministros prefieren renunciar antes de ser forzados a retirarse, está llamada a ser usada para evitar que una persona no calificada para un cargo, lo ejerza.
Si al Partido Verde, al Liberal, al de Unión Nacional, al Conservador, a Cambio Radical, al Mira, y al Centro Democrático, les importa de verdad la educación, no deberían dudar un segundo en hacerla respetar. Este Gobierno se caracteriza cada vez más por bajar la vara en la calidad de sus ministros y es del fuero presidencial seleccionar a su equipo. Pero, no todo vale. Y no vale pasar de agache ante un truhán en la cartera de educación.
Daniel Rojas es indigno de ser ministro de Educación. Los estudiantes, profesores, directivos y rectores, desde el preescolar hasta la educación superior, estatal o privada, y todos como ciudadanos, exigimos respeto. Es la formación de las nuevas generaciones, a quienes además a diario se les inculcan valores de convivencia y no violencia, la que está de por medio. Una cosa es ser un funcionario inepto y otra muy distinta, que en razón de su naturaleza, personifique el ejemplo contrario a lo que el país necesita, espera y se merece.
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