Columnistas
Movilidad caleña
El buen juicio, aunado a la técnica, seguramente producirá buenos resultados. El manejo de la movilidad caleña debe ser pragmático. La crisis es aguda y no se soluciona con exóticos modelos de otros países.
La movilidad es un servicio público esencial que determina en buena medida la competitividad de una ciudad y el bienestar de todos sus habitantes, desde el más pobre hasta el más pudiente. Una mala movilidad les roba a todos tiempo en su trabajo, en su descanso, en su vida. Les roba dinero y tranquilidad.
Ha sido abismal el deterioro en la calidad de vida de los caleños durante los últimos ocho años, por cuenta de la incompetencia y los caprichos de quienes ocuparon la Secretaría de Inmovilidad que sufrimos durante ese lapso. Como es enorme también el daño al medio ambiente ocasionado por el aumento del tiempo en que los motores de cientos de miles de vehículos están encendidos, como resultado de la congestión generada por la mala gestión de la movilidad. Con cerca de un millón de vehículos en circulación, cada minuto de demora adicional en sus recorridos significa un millón de minutos adicionales de emisión de gases y calor. Ya en 2020 Cali estuvo cerca de la alerta naranja por contaminación del aire.
En Cali los automóviles ya no son un lujo ni son un privilegio de unos pocos. Con más de 450.000 automotores registrados y más de medio millón de motos circulando, son cientos de miles las familias caleñas afectadas, entre otras razones, porque la ciudad carece de un sistema de transporte público racional y eficaz. Más de dos tercios de sus habitantes afirman transportarse en carro o en moto. Con más de un millón de automotores registrados, entre motos y carros, la circulación individual es un hecho de la vida que debe ser facilitado con muy buen tino.
Fue, por eso, una gran noticia para la ciudad cuando el alcalde Eder anunció que buscaría darle a la movilidad de los caleños la trascendencia debida, restituyéndole a la entidad responsable de ella el título de Secretaría de Movilidad (en vez del bien ganado ‘de Inmovilidad’ que venía ostentando), poniéndola bajo la tutela de Alberto Hadad, quien tan buenos resultados había presentado durante la alcaldía de Rodrigo Guerrero.
Nadie espera resultados inmediatos después de casi una década de malas decisiones y desgobierno, pero ya empiezan a verse mejoras puntuales en diversos sectores. En mi caso, me vi motivado a escribir sobre este tema por lo sucedido en el barrio Versalles. Por razones desconocidas, contra ese barrio se había ensañado hace unos seis años uno de los genios responsables del deterioro de la movilidad caleña, inundando sus calles de bolardos y taches, hasta volverlas prácticamente intransitables. Hoy, gracias a la nueva Secretaría de Movilidad, esas calles están limpias de obstáculos y da gusto recorrerlas.
El buen juicio, aunado a la técnica, seguramente producirá buenos resultados. El manejo de la movilidad caleña debe ser pragmático. La crisis es aguda y no se soluciona con exóticos modelos de otros países. Muchos de nuestros problemas son de creación local y requieren disciplina y remedios locales. Hay que quitar semáforos y sincronizar los que queden. Y se debe enfrentar con seriedad la fábula de la bicicleta.
Finalmente, es claro que cualquier plan de movilidad sensato debe incluir una mejora en la infraestructura vial. Es indispensable tapar los millones de huecos que inundan nuestras calles, y debe entenderse que con solo diez o quince intersecciones a desnivel se descongestionaría enormemente el flujo vehicular de Cali. Es preciso que esto se haga pronto.