Columnistas
Mujeres y hombres
Cada día aparece el caso de último momento y mientras, la mujer en la calle sometida a la rabia del varón que la cree ‘pera de boxeo’ donde descargar su frustración.
Hay un cambio impactante en el vertiginoso mundo actual: la rabia del hombre ante el empoderamiento de la mujer, ante su independencia y seguridad. Es inaceptable que ella le esté pisando los talones, obligándole a bajarse de su olimpo y presionándolo a compartir poder. Suena inaudito para el imaginario masculino. El poder, la potencia son de él, le pertenecen. Y si ni siquiera soporta que otro congénere le amenaza su reino, ni imaginar la humillación que debe recibir porque sea una mujer ‘la igualada’ que gana más terreno, no para aplastarlo, sino para intentar construir una sociedad equitativa, una sociedad diferente ante el fracaso tan estruendoso del poder masculino.
¿Qué tal el caso francés y el perfil de hombres ‘comunes y corrientes’ que disfrutaban violando una mujer inconsciente a pesar de su educación, cultura y posición económica? Participaron y aceptaron sin cuestionarse. Era placentero, era ‘normal’, era tentador. En la mitad, cual pelota de ping-pong, una mujer. El poder de su falo por encima de cualquier consideración. ¿Y los jugadores del Real Madrid que grabaron adolescentes, repartieron los videos, como parte de un juego y no reciben ninguna sanción ejemplarizante
¿El policía colombiano que no soportó el abandono de su compañera y la asesina para vengar su rabia y luego suicidarse? Cada día aparece el caso de último momento y mientras, la mujer en la calle sometida a la rabia del varón que la cree ‘pera de boxeo’ donde descargar su frustración. No interesa el escenario: la casa, el lugar de trabajo, el bus, la moto, el riesgo de agresión se da en cualquier lugar. ¿No hay cómo detenerlo?
Afganistán es ‘la tapa’. Difícil asimilar lo qué sucede en la mente de estos talibanes, que nacidos de mujer, transmiten tanta agresividad y desprecio hacia ella. Valioso intentar comprender qué pensamientos los alimentan, qué fanatismo los mueve a despreciar a las congéneres de su propia madre… Deben existir miedos y fantasmas ancestrales que los llevan a esa actitud. ¿La perciben poderosa y ese poder femenino es peligroso para este hombre inseguro que no controla su naturaleza y queda ‘a merced’ del ‘cuerpo’ de ella? Lo que demuestran con medidas tan enfermizas es un incalculable temor a ‘su’ poder y debe invisibilizarla para no caer en sus redes.
La violencia en los escenarios deportivos es de hombres o acaso ve a una mujer en esas batallas de ira y agresividad. Las guerras de los países las organizan mentes masculinas que no logran encontrar otro camino diferente a la venganza y la retaliación. No es la energía masculina, es el poder atropellador del hombre que empezó a sentir que el mundo ya no es de él: ni la naturaleza, ni la mujer, ni los hijos, ni los Estados… la necesidad de encontrar opciones de reconciliación, esperanza y solidaridad es urgente porque el tiempo se acaba.
El mundo debe cambiar, pero pareciera que el hombre no logra captarlo e insiste en el espiral de armas, destrucción, muerte. Haciendo lo mismo nada cambia. La catástrofe es eminente. No es ‘otra’ guerra entre hombres y mujeres. Es la búsqueda del equilibrio donde ‘quepamos’ todos y se acabe la discriminación. Es necesaria la energía femenina, donde las prioridades se enfoquen a la calidad de vida y no a la muestra de poder autoritario y controlador. Necesitamos ‘otro’ mundo. ¿Es tan difícil captarlo?
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