Columnistas
Nada es para siempre
La situación es fruto de la semilla que sembró Hugo Chávez como abanderado de una política progresista que se vende bien.
Aunque digamos que no es mi problema el de los venezolanos, sino su problema, lo cierto es que también es nuestro. Abundan razones para preocuparnos cuando el régimen de un país vecino socava la democracia y los derechos humanos a fin de mantenerse en el poder, no solo por la solidaridad con el pueblo hermano y la inmigración, sino también por la afinidad y sus relaciones opacas con el gobierno colombiano.
El Ejecutivo de Venezuela con sus fuerzas de seguridad y grupos civiles armados, constituye una dictadura afianzada en la represión, vigilancia, acoso y criminalización ante cualquier expresión que le huela a oposición, y tiene como mejores amigos a Rusia, China, Irán y Cuba, autocracias a las que debe mucho. La información, investigaciones y organismos internacionales sobre derechos humanos, no deja dudas de la responsabilidad del gobierno en la actual crisis social, económica y moral.
La situación es fruto de la semilla que sembró Hugo Chávez como abanderado de una política progresista que se vende bien. Pronto quedó claro que tras ese ropaje, estaba su propósito de continuar su mandato durante muchos años de su vida. El destino le enseñó algo diferente, pero logró debilitar la iniciativa privada, la economía y la estructura de una democracia, hasta designar a su sucesor.
El informe de la Misión Internacional para Venezuela (14-10- 2024) de la ONU, documenta las graves violaciones antes, durante y después de las elecciones presidenciales del 28 de julio de 2024, en “la misma línea de conducta caracterizada como crímenes de lesa humanidad en informes previos”. Entre aquellas, las detenciones arbitrarias, desapariciones forzadas, violencia sexual y torturas con las que amenazan a los detenidos para que se autoincriminen como terroristas.
El régimen no presentó actas electorales y no lo hará si son las mismas divulgadas por la oposición, cuyo resultado no le favorece. Con un sistema de votación electrónico, “cuando se cierra la votación, los miembros de mesa, testigos y operadores firman en la pantalla el acta de escrutinio que incluye la cantidad de votos recibidos por cada candidato” (BBC News Mundo 1-08-2024). Por ley se entregó copia de las actas que emite la misma máquina, a los testigos de los candidatos al final del escrutinio, con las cuales la oposición pudo establecer el resultado.
El Centro Carter, observador en las elecciones presentó las actas con código QR, emitidas por las máquinas de votación que daban un 67% a Edmundo González y 31% a Maduro. Por carecer de sustento, desvirtuó el resultado del Consejo Nacional Electoral, convalidado por el Tribunal Superior de Justicia, organismos espurios al estar controlados por el régimen y no divulgar las actas, perpetuando al dictador.
Ayuda a cambiar la historia si la comunidad internacional se abstiene de asistir a una ilegítima posesión el próximo 10 de enero, dada la contundencia de las pruebas y el debido respaldo a los venezolanos y al candidato electo. Con la presencia o no de los presidentes de Colombia y otros países, o de sus representantes, en una impostada posesión de Nicolás Maduro, se verá si perdió o ganó el totalitarismo y la intimidación ante la cual ellos se habrían plegado.
Maduro no es Venezuela, como Petro no es Colombia, los hombres pasan, quedan las Naciones, porque nada ni nadie es para siempre, por eso es mejor apoyarlas desde el lado correcto.