Columnistas
Nadie sale indemne
No sé qué fuerza interior la impulsó a escribir.

Con su primera novela ‘Mugre Rosa’, ya quedé ‘tocada’. Su segunda ‘La Azotea’, me apretó el corazón y la garganta. Y con su última ‘El Monte de las Furias’, sentí que una daga filuda me atravesaba y algo se conmocionaba en mi interior.
Me refiero a Fernanda Trías, escritora uruguaya radicada hace algunos años en Colombia, ganadora de varios premios internacionales, entre ellos el de Sor Juana Inés de la Cruz, traducida a varios idiomas.
No sé qué fuerza interior la impulsó a escribir. Si fue el fruto de quedarse encerrada durante la pandemia en su apartamento bogotano, cuya única ventana daba a los cerros orientales, siempre misteriosos, siempre cambiantes, nublados o brillantes, desafiantes cuando hay luna llena (a mí personalmente me hipnotizan) Fernanda confiesa: “Me quedé encerrada entre montañas, éramos la montaña y yo nada más”.
‘El Monte de las Furias’ es un tsunami. Arrasa, “maneja los espacios y los tiempos expandiéndolos hacia dentro” (Darío Alemán). Describe esa potencia de la montaña convertida en una atmósfera cerrada, como en ‘Mugre Rosa’ y ‘La Azotea’.
Una mujer cuida una cerca arriba en la montaña, más abajo vive un celador solitario, a lo lejos excavadoras y dragas violan la tierra en busca de una mina, más lejos, pueblo pobre, y aún más alejada, la ciudad, la que abandono cuando su madre maltratadora murió y la mujer se marchó, con los recuerdos de su abuela amada, y unos cuadernos y lápices a cuidar la cerca, escribiendo un diario. A veces visitaba al celador.
Un día aparece un cuerpo, después otros, como si la montaña los expulsara. Ella los recoge, los limpia, los cuida, los respeta y se los devuelve a la montaña. Cuerpos que ya no son personas, pero tampoco cosas. La mujer les tiende un acto de amor.
Puede ser un libro descarnado, pero hermoso. “Si las montañas hablaran, tendrían la furia de su lenguaje…”. Cuántos secretos guardan las montañas, eternas, cambiantes, testigos milenarios de la triste historia de los hombres depredadores sangrientos, mientras ellas nos cuidan, pero también nos vigilan y recuerdan.
‘El Monte de las Furias’, para mí, su mejor novela. O la catarsis que llegó a su mente después de ‘Mugre Rosa’ y ‘La Azotea’, como si fueran eslabones misteriosos de una cadena convertida en palabras.
Leer sus entrevistas, escucharlas, son para mí como descubrir la espiritualidad que la habita, porque Fernanda Trías escribe y nos describe esta historia trágica, fuerte, potente, con la delicadeza de un lenguaje poético, como si el aire, la bruma, la niebla, las plantas y árboles, le dieran la música y el tono.
Nadie sale indemne después de leerla, algo queda que nos acerca a contemplar esas montañas, todas y cada uno del universo, con reverencia, gratitud, respeto, y descubrir el lenguaje de sus árboles, lianas, flores, piedras, rocas, que alguna vez salieron desde el fondo del mar y fueron testigos de nuestro nacimiento y de nuestra crueldad.
Fernanda Trías, una escritora fuera de lo común, imperdible, nos eleva a otra dimensión. A lo mejor, ella es medio chamán, medio bruja, medio ángel, medio demonio que tiene el don de la alquimia para mezclar con sus palabras la magia, la tragedia, la caricia y el desgarre de la piel.
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