Columnistas
No todo lo que está publicado es verdad
Ni todo lo que es importante sale a la luz.
La población general da por sentado que lo que aparece publicado es verdad. Procede a tragárselo sin digerirlo y lo repite como un dogma de fe. Y así se propagan los cuentos, las mentiras, y las noticias falsas. Tal situación ocurre también en el campo médico, donde las cifras se maquillan con el fin de propagar conclusiones irresponsables. La búsqueda del impacto mediático y del sensacionalismo lleva a presentar cualquier estadística de una manera superficial. Las razones para tal desatino incluyen el afán de protagonismo, el fanatismo, la ignorancia, y la ambición de lucro.
El desafuero estadístico aplica a muchos campos. Se trata de generalizaciones estadísticas que se construyen y extrapolan sobre la base de unos pocos datos. Los supuestos aumentos dramáticos de ciertos problemas, o las supuestas mejorías dramáticas en ciertas estadísticas, muchas veces no corresponden a la realidad. Unos pocos ejemplos que tocan el tema de la salud, tomados de noticias publicadas en distintos tiempos y lugares, sirven de ilustración:
“El suicidio infantil se ha disparado en la ciudad”. La información suele acompañarse de morbosos detalles sobre casos particulares. Es cierto que todos los años hay casos nuevos de suicidio y puede ser que de tiempo en tiempo haya una coincidencia de hechos letales, entre las poblaciones jóvenes. Pero ello no quiere decir necesariamente que haya una epidemia de suicidios. La información así presentada, además de no corresponder a una realidad objetiva, se suma a las noticias negativas de una comunidad abrumada por eventos desalentadores. Además, en ciertos casos la diseminación de estas noticias inexactas puede incluso llegar estimular a algunos jóvenes vulnerables a considerar conductas autodestructivas a través de la imitación.
“El número absoluto de hombres con la disfunción eréctil se duplicará este año.” Tomado de un periódico en el cual el resto de la página estaba dedicada a la promoción de un medicamento para el alivio del problema en cuestión. Si bien no se trata de demeritar las virtudes del producto, es necesario resaltar la falta de objetividad del mecanismo publicitario.
“La campaña contra la adicción a las drogas logró reducir su abuso en un 80 % el año pasado”. Estadística mentirosa sobre unos trabajos realizados, hace algún tiempo, en una ciudad colombiana como resumen de una gestión sobre el tema. La verdad sobre las campañas efímeras para reducir el abuso de drogas es que no cambian nada. La problemática adictiva es muchísimo más complicada como para que acciones aisladas, limitadas en el tiempo y con objetivos personalistas o políticos, puedan generar resultados positivos. De hecho, tal reducción no ha sido posible sino en unos pocos- y muy bien estructurados- programas preventivos desarrollados en comunidades específicas durante extensos períodos.
Al mismo tiempo, hay información beneficiosa para todos, que no se encuentra fácilmente en los medios porque no vende. Por ejemplo, la información fidedigna sobre las enfermedades mentales en general y la depresión en particular, las cuales son desde hace varias décadas las mayores causantes de incapacidad a nivel global, no se propaga. Y si la gente no sabe del tema, hay menos iniciativas para hacer algo efectivo al respecto. En consecuencia, ese gran problema de salud pública sigue sin intervenirse eficientemente.
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