Columnistas
“Nos torcimos”
Algo ronda a los altos funcionarios del gobierno Petro abocados a pagar costosos penalistas.
Ver a cinco funcionarios del alto gobierno en aprietos, con abogados de kilates defendiéndolos de la presunta corrupción alrededor de la Ungrd y los rodos de dinero que se movieron para transar votos de congresistas en el trámite de las reformas, contrasta con la permanente lavada de manos de un presidente intentando desmarcarse de un sancocho que huele a corrupción cocinado en sus narices en la Casa de Nariño.
Es difícil de creer que un gobernante tan controlador como lo es Petro, no supiera de la trama que se tejía en la oficina contigua a la suya, la del oscuro director del Dapre Carlos Ramón González y su pupila, la consejera presidencial para las regiones, ni las movidas de los ministros Ricardo Bonilla y Luis Fernando Velasco para asegurar votos parlamentarios.
De aquel Petro que llegó a la Alcaldía de Bogotá cabalgando en las denuncias del Carrusel de la Contratación de Bogotá que sepultó a los hermanos Samuel e Iván Moreno y a un buen puñado de contratistas, atrapado ahora por la manida práctica del fin que justifica los medios, no queda una sola brizna. Componendas y tramoyas que solo pueden detener la firmeza de una Fiscalía decidida a investigar con independencia, que aún está por verse.
Basta ver la triste suerte del exdirector del Dapre Bernardo Moreno recientemente detenido, igual que ocurrió con los exministros Sabas Pretelt y Diego Palacio condenados por el delito de cohecho precisamente por traficar con prebendas para conseguir los votos que se requerían para viabilizar la reforma constitucional que permitió la reelección de Uribe en 2006.
Algo ronda a los altos funcionarios del gobierno Petro abocados a pagar costosos penalistas. El veneno se inoculó en la campaña presidencial. Razón tiene Sergio Fajardo con la máxima que repite: “De la forma como se llega al poder así se gobierna”; tal cual ocurrió con Petro. Le vendió el alma al diablo. ¡Y de qué manera! Sacrificó todo cuanto pregonaba en la plaza pública y sus propuestas quedaron estragadas de retórica y de un resentimiento revanchista mientras lo tranzaba todo. La cuenta de cobro se hizo tan larga y tan indecente que ha llevado al país a tener que soportarse personajes como Armando Benedetti entronizado en una embajada de papel en Roma, rebajado a responder ante una Comisaría de policía española por violencia intrafamiliar.
Pero es la dimensión del engranaje de corrupción que se tejió alrededor de la Ungrd lo que ha puesto en evidencia la receta que se está aplicando en el día a día del gobierno del Pacto Histórico. Recuerdo al personaje de marras, Olmedo López, con un maletincito, abordando un avión para enfrentar la emergencia del Nevado del Ruiz, cuya ignorancia era evidente sin pensarse entonces que iba a manejar el billonario presupuesto de ejecución directa como un botín personal y al servicio del poder presidencial. El nombramiento llegó como compensación de tareas de campaña de baja calaña en Medellín.
Y de allí la desfachatez con la que Olmedo López reconoció: “Nos torcimos”. ‘Torcidos’ son los que están haciendo muchos funcionarios del gobierno estrenando poder y recursos públicos, amasando una oportunidad única después de décadas de espera en la banca de la oposición, pisoteando eso sí, y con desvergüenza, el sueño de cambio por el que votaron más de 11 millones de colombianos. Imperdonable.
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