Columnistas
Nuestros violentos domingos
Impensable en este contexto pretender alargar el horario de rumba, cuando podemos reducir el número de personas borrachas en la calle, con un arma.
Mientras usted y yo despertábamos en la mañana del domingo pasado, siete vidas se apagaban en Cali, de manera violenta. Mientras usted y yo contemplábamos el paisaje del amanecer, y quizás con la suerte de ver la silueta del nevado o de los Farallones en él, en cualquiera de los 17 domingos del 1 de enero al 23 de abril, 81 personas dejaron de existir este, el séptimo día de la semana, en lo que va del 2023.
Mientras usted y yo saludábamos la gracia divina de un domingo hasta tarde en la cama, después de tantos quehaceres y correrías de lunes a sábado, de disfrutar el desayuno en familia… o de pronto usted trabajando para sumarle pesos al fin de mes, entre 2009 y 2023, 745 personas fueron asesinadas un domingo como hoy en la capital del Valle.
Hay un sinnúmero de análisis para comprender estos números, bajo los estándares de la rigurosidad que exige explicarle a usted o a mí por qué nuestros domingos son tan violentos. María del Pilar Castillo, docente de Univalle y experta en Investigación y Conflicto, dice justo hoy, en un reportaje para El País, que según una categorización que hicieron para entender los homicidios, en la ciudad se presentan dos tipos: simétricos y asimétricos. Los primeros se relacionan con riñas, conflicto entre vecinos o ciudadanos, y retaliaciones entre miembros de pandillas. Los asimétricos, en tanto, van más asociados al sicariato, a pagarle a alguien para que cometa un crimen.
Los nuestros, los que ocurren cada domingo, son en su mayoría simétricos. Los de la pelea y el bochinche. Los relacionados con el exceso de alcohol, ‘tusi’ y demás. Los del desenfreno y la furia acumulada. Los de la madrugada de vida loca, en una Cali que, hace mucho ya, perdió la alegría de contar con vida y se dedicó a contar muertes. Simetría de una estadística que duele.
Se han intentado uno y mil conjuros para exorcizar esos domingos tan violentos en Cali, en el mundo. Los de ahora, los de la autoridad local, son el Plan Neón y el Plan Burbuja. El Neón, una estrategia para reducir los crímenes y esclarecer delitos, con énfasis en lo que ocurre el domingo. El Burbuja, para combatir el hurto y asegurar esos puntos de encuentro caleño, en los que hay tanto movimiento. Las llamadas ‘zonas burbujas’ para una ciudad que en lo que va del año cuenta 671 hurtos a comercio, 4.125 celulares robados y 7.753 víctimas de asalto. ¿A cuántas les dispararon por robarlas?
Sí, hay un sinfín de estrategias que se pueden ensayar, como lo han hecho una y mil veces los gobiernos de ahora y ayer. Impensable en este contexto pretender alargar el horario de rumba, cuando podemos reducir el número de personas borrachas en la calle, con un arma. Pensable, en cambio, actuar como área metropolitana y unirse en una cruzada por la vida en Cali, Chipichape y Yumbo. Contando con Candelaria y Jamundí, hacia donde se extienden las hoy largas ramas de la ciudad.
No debería ser paisaje contar muertos un domingo, ni ningún día de la semana. No debería ser preocupación solo de la autoridad, sino de una ciudad entera, más aún cuando se proyectan apuestas como los distritos de rumba, con todo su potencial. Y realizar una contención seria y sostenida donde ganen todos, pero sobre todo, la vida. Porque hoy, mientras usted lee estas líneas, es muy probable que por desgracia el reporte policial nos diga que la violencia apagó más vidas este domingo.
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