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Orinoquía: oportunidad para el país
Sin reglas claras, no hay inversión, y sin inversión, no hay desarrollo.

¡La Orinoquía es futuro! Esta vasta extensión de tierras fértiles, biodiversidad y cultura tienen el potencial de transformar nuestra economía, impulsar el crecimiento del PIB y garantizar soberanía alimentaria.
En 2023, el país gastó 13,4 billones de pesos en importación de soya y maíz, dos productos esenciales para la producción de huevo, pollo, cerdo y pescado. Para ponerlo en perspectiva, las exportaciones de café de 2023 generaron 11,9 billones de pesos. Es decir, Colombia está enviando al exterior más dinero del que recibe por uno de sus productos estrella, solo para cubrir una necesidad que podríamos suplir localmente.
Brasil ya lo hizo. Mato Grosso, hace décadas una región poco explotada, es hoy el corazón agrícola del país. Con inversión, infraestructura y reglas claras sobre la propiedad de la tierra, pasó de ser una zona marginal a convertirse en el mayor productor de soya y maíz de Brasil, generando 175 billones de reales anuales. No fue magia, sino visión. Mato Grosso no esperó, no dudó ¿Por qué Colombia no hace lo mismo?
Para convertir esta región en el nuevo eje del desarrollo nacional hay que resolver dos barreras clave. La primera es la seguridad jurídica de la propiedad de la tierra, la cual se ve afectada por la UAF. Sin reglas claras, no hay inversión, y sin inversión, no hay desarrollo.
La segunda es la infraestructura. No se puede pretender que una región despegue cuando sus vías se convierten en lodazales durante ocho meses al año. Sin carreteras adecuadas, no hay agricultura posible y no hay manera de llevar insumos ni sacar productos al mercado.
Pero el tema no es sólo agroindustria. Hoy la Orinoquía, tiene además el potencial de ser destino de turismo biodiverso, de aventura y cultural de dimensiones extraordinarias. Sus paisajes, la cercana puerta de entrada a la Amazonía, sus expresiones de música y arte, la hospitalidad del llanero, el patrimonio histórico de nuestros primeros habitantes, los potenciales vínculos de la agroindustria y el turismo, entre otros asuntos, hacen de esta tierra una oportunidad para este nuevo petróleo.
Oportunidad en marcha, porque Casanare lo ha logrado con sus safaris llaneros, Guaviare arranca a mostrarse al mundo y Meta o Vichada tienen muchos destinos y experiencias extraordinarias (v.g. Río Güejar o Tuparro). Pero al igual que en agroindustria, necesita conectividad, formalización, inversión en infraestructura, incentivos tributarios y mucha seguridad en la zona (v.g Arauca).
Este desarrollo tendría un impacto significativo en la economía nacional. Se estima que, en el mediano plazo, el impulso de la Orinoquía podría contribuir con hasta un 2% adicional al PIB total del país, un crecimiento generable con rapidez y sostenibilidad.
Lo que falta es decisión política. El próximo presidente tiene en sus manos una oportunidad histórica: seguir administrando la escasez o apostar por un proyecto de país que marque la diferencia. Esta no es una propuesta utópica, es una estrategia realista y urgente.
La Orinoquía está esperando. Si Colombia quiere crecer, si quiere ser autosuficiente, si quiere ser destino único de turismo sostenible, debe mirar hacia su propio ‘ombligo’. Apostar por la Orinoquía no es una opción, es la decisión que cambiará la historia del país.
*Rector Universidad EIA
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