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Petro y su realismo mágico de Estado

Pues bien, el ‘gobierno del cambio’ terminó convirtiendo el realismo mágico en política de Estado. El problema es que es divertido y pintoresco en las novelas, pero empobrecedor y cínico...

12 de mayo de 2024 Por: Juan Pablo Liévano
Juan Pablo Liévano, Columnista de El País
Juan Pablo Liévano, Columnista de El País | Foto: Cortesía

El realismo mágico literario es ampliamente conocido en nuestro país. Se caracteriza por su afán de mostrar lo irreal y extraño, como si fuera algo cotidiano y común, con el uso de hechos fantásticos, mágicos y nunca explicados, al igual que lo ilógico de las situaciones o argumentos, que son percibidas como normales. Nada más emocionante que leer una novela con el uso de este género, que emociona y pone a volar la imaginación.

Pues bien, el ‘gobierno del cambio’ terminó convirtiendo el realismo mágico en política de Estado. El problema es que es divertido y pintoresco en las novelas, pero empobrecedor y cínico como política de Estado. Lo irracional e ilógico se vuelve normal y cotidiano. Lo que sirve técnicamente y a largo plazo se descarta por la coyuntura y las mágicas y fantásticas soluciones irrealizables. Y estábamos advertidos, pues en campaña se anunció la irrealizable construcción de un tren elevado entre Buenaventura y Barranquilla.

El Presidente continúa con imposibles soluciones magníficas para todos nuestros problemas. Decidió impulsar la creación del Ministerio de la Igualdad, como la panacea para erradicar la desigualdad. La ironía es que es un ministerio de vagos para vagos, pues resulta con una ejecución paupérrima. Recientemente, haciendo uso de la madre de las excusas, algo así como ‘se cayó’, ‘se rompió’ o ‘el tubo tuvo la culpa’, las cosas pasan porque sí y nadie asume responsabilidades. La corrupción es el resultado de lo estructural y no de los nombramientos inadecuados y su falta de control.

Todo es tan extremo y subliminal que muchos pensaron que un exguerrillero presidente iba a respetar las instituciones y la Constitución del 1991, que su grupo guerrillero precisamente ayudó a forjar. Y el Presidente se pierde, quién sabe dónde, y mientras tanto organiza y manda una novata. La que usa un helicóptero como taxi, dice que tristemente no se gobierna solo, se necesita el congreso, pues no entiende que afortunadamente estamos en un Estado de derecho. Y aquello de gerenciar y tener un plan de desarrollo no se dio.

Después de la pantomima por todo el país socializándolo, quedó mal, y no es su plan, es decir que no lo crió. Últimamente, ante el fracaso con la salud de los maestros, la culpa la tiene un software que conspira contra él y contra el cambio. Y aunque la ley le debe aplicar a todos, en los asuntos electorales, su campaña debería ser intocable por parte de la autoridad electoral competente para investigarla. Ni hablar de aquello de expandir el virus de la vida por las estrellas del universo, cuando en realidad se escupe odio y falacias en cada discurso.

Finalmente, de fracaso en fracaso, con carrotanques que no sirven y corrupción por doquier, entrega unas bicicletas con unas pimpinas amarradas con cabuya, como si fuera el ‘plan de planes’, lo que no es más que una burla cínica a la comunidad y al país después de semejante desfalco, al que se le suma la pérdida de la documentación en la UNGRD. El Gobierno para algunos es cantinflesco. La realidad es que hizo del realismo mágico su plan de gobierno, lo que nos traerá pobreza y sufrimiento.

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