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Alberto Castro Zawadsky

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Pobres ricos

Y es que la pobreza contrastada con la opulencia de los muy ricos causará siempre indignación.

24 de agosto de 2024 Por: Alberto Castro Zawadsky

Antes de leer, hágase la pregunta: ¿Soy rico? O pobre. Seguramente su respuesta será: “Depende”. Porque la riqueza es relativa. Depende con quién me compare. Si miro a todos los que están por debajo de mí, soy muy rico, pero si miro a todos los que están por encima, resulto miserablemente pobre.

Se plantean sesudas deliberaciones de cómo acabar con la pobreza. Cuando se aplican las fórmulas, resultan invariablemente equivocadas, porque ese es el estado natural del hombre cuando llega a este mundo sin padrinos, educación o trabajo. Nadie tiene la capacidad, y menos el interés, de crear pobreza.

Lo que sí se puede, es crear riqueza. Todo grupo que coopere disciplinadamente en cualquier actividad, genera riqueza. Ese ha sido el secreto repetido de las comunidades judías en todo el mundo en su larga historia. Y es el secreto de la prosperidad de los 30 países más ricos. Sea produciendo alimentos, fabricando cosas o prestando servicios, todos tienen en común que han podido cooperar, bajo un Estado que da seguridad, libertad y garantiza igualdad de condiciones para competir. Sin embargo, por estas tierras se sigue repitiendo la falacia que explica la pobreza como consecuencia de la riqueza.

Y es que la pobreza contrastada con la opulencia de los muy ricos causará siempre indignación. El problema es que cada vez que el Estado ha asumido el papel de justiciero social absoluto, ha terminado empeorando la pobreza, al concentrar la riqueza en un círculo todavía más pequeño que lo controla todo que ya no se llaman ricos, sino camaradas.

Eso ha llevado a los pragmáticos, a los que prefieren actuar con la realidad, a tratar de definir qué constituye una ‘justa’ intervención del Estado para generar el equilibrio. Si se le va la mano en restricciones, normas, impuestos, aranceles y controles, se frena la economía y la poca riqueza que se genera es acaparada por los funcionarios del estado.

Si se llega al libertinaje, aparecen los monopolios, los abusos, las ambiciones desmedidas En ambos casos se dan aberrantes carencias para los que no logran integrarse a la máquina económica.

Con candor se denuncia al ‘neoliberalismo’ como causante de las asimetrías, y se oculta que toda concentración de poder en manos del Estado termina generando unos personajes que superan en lujos y privilegios a los vilipendiados ‘ricos’.

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