Columnistas
Poder
Es frecuente que la fama nos nuble y haga que nos sintamos superiores a otras personas…
Es una palabra que encierra tanto, está el poder de hacer las cosas, en el trabajo, en la casa y en nuestra vida. Es distinto al poder político o al religioso, y en las personas que lo sustentan, los poderosos. Los medios también tienen poder, igual que los artistas, para mover masas. Cada uno de nosotros tiene el poder de hacer muchas cosas, buenas o malas.
Pero quiero referirme al poder político o al que se ostenta en los cargos públicos donde se tiene la posibilidad de influir en la vida de millones de personas. En algunas ocasiones las personas que lo consiguen cambian su comportamiento, pierden la humildad y se les crece el ego, nos pasa también a nosotros los artistas, sé por qué lo digo, me ha pasado. Es frecuente que la fama nos nuble y haga que nos sintamos superiores a otras personas y en la mayoría de casos… la caída es fuerte.
Es muy delicado saborearlo porque es adictivo y nos puede conducir por un camino equivocado, es peligroso. Muchos de los que llegan a cargos públicos de poder llegan con buenas intenciones de servir y eso está bien, pero es importante que no permitamos que se nos ‘suban los humos a la cabeza’ porque para poder servir bien es importante tener los ‘pies sobre la tierra’ y un grado de humildad que a veces nos cuesta tanto trabajo tenerla.
Hay muchos ejemplos de personas que llegan a ejercer cargos muy importantes y que han logrado eso a lo que me refiero.
Entre esos, el que se me viene a la cabeza ahora, es el de Nelson Mandela, que después de estar 27 años en la cárcel por defender las causas justas de su gente, llegó a la presidencia de su país, Sudáfrica. Trabajó activamente para abolir las políticas del apartheid del Partido Nacional en el poder. Su lucha contra la impunidad fue permanente, por lo que después fue Premio Nobel de la Paz y recibió diversos reconocimientos más, como la Medalla Presidencial de la Libertad. Logró con humildad cambiar el rumbo de su país y ser ejemplo para muchos de nosotros.
Hay muchísimos otros ejemplos como el de Gandhi, que con su vida austera fue un ejemplo de cómo se puede luchar contra un imperio sin armas y en paz. ‘Pepe’ José Mujica es otro ejemplo de gobernar con sencillez. Siguió gobernando sin cambiar su modesta manera de vivir, sin irse al palacio presidencial, sino continuar viviendo en su finca o ‘Chagra’ como él la llama, sin lujos ostentosos y además su salario todo lo invirtió en escuelas públicas.
Para no ir tan lejos, para mí el ejemplo en Colombia de eso es Antanas Mockus, que con juegos didácticos nos enseñó a comportarnos bien. Como alcalde de Bogotá fue uno de los momentos memorables de la capital, lo admiro muchísimo.
Hago un llamado a todos nuestros gobernantes y a todos nosotros, para que reflexionemos sobre esto y que nuestro servicio sea para el bien común y no para alimentar nuestros egos.