Columnistas
Por qué votar
Lo que no se entiende del todo es por qué tantas personas aún creen que votar en blanco es botar el voto, a lo que también contribuyen las encuestas, de por sí cuestionables...
Si se comprende que la democracia “es un sistema político en el cual la soberanía reside en el pueblo, que la ejerce directamente o por medio de sus representantes” (DLE), votar es entonces no solo un derecho constitucional, sino ante todo es un deber ético pensando en el futuro de los otros en un mundo cada vez más globalizado y no apenas en el presente de uno mismo. Por eso es que hay que lograr que la mayoría de los ciudadanos habilitados para votar lo hagan y no se abstengan, y que, por lo tanto, no continúen esos gobiernos elegidos por la mayoría de los que votaron, pero apenas por cerca de una cuarta parte de los electores potenciales, o sea por una minoría parte de la cual ‘vende’ su voto.
Además, abstenerse y no votar es fomentar esos malos gobiernos conformados por tantos funcionarios corruptos, o no adecuadamente preparados (por sus estudios, conocimientos y experiencias) para sus respectivos cargos, o sin propuestas necesarias, pertinentes y factibles, para resolver problemas existentes y prioritarios. Pero equivocadamente, muchos de los que no ‘venden’ su voto tampoco votan, justificándose ante los demás y ante ellos mismos, diciendo que para qué votar si todo seguirá igual; pero la realidad es que todo podrá ser peor para todos y, por lo tanto, también para ellos, a los que entonces les ‘costaría’ no haber votado para bien de todos y de la ciudad toda.
La corrupción sería peor, alimentando muchos problemas que en parte se deben a ella, como la delincuencia y la inseguridad frente a las amenazas naturales. La pobreza y los trabajos informales crecerían, y la corrupción no permitiría más control a los empleos formales. Los problemas viales aumentarían junto con los accidentes. Y se pagarían proyectos parciales y no prioritarios, asignados a dedo, y que no obedecen a planes generales a largo plazo. El caos urbano, arquitectónico y paisajístico sería cada vez peor. Aumentaría la destrucción de los paisajes naturales, sus fuentes de agua y su biodiversidad. La educación no se ampliaría ni mejoraría pese a ser la base de la democracia.
Y si el problema es que no hay buenos candidatos o que si los hay no tienen posibilidad alguna de ganar, entonces se debe votar en blanco y así oponerse públicamente a los malos gobiernos y al tiempo fortalecer la democracia, hoy muy amenazada en el mundo. Y si gana el voto en blanco habría nuevas elecciones con nuevos candidatos, y si estos tampoco son buenos, al menos se sentaría un contundente precedente para desanimar a esos politiqueros que van solo detrás del erario; y podría haber más control sobre los nuevos candidatos que finalmente sean elegidos, y sobre la ejecución de las propuestas de sus convincentes campañas, pues ahora con seguridad serían más serias y factibles.
En conclusión, lo que no se entiende del todo es por qué tantas personas aún creen que votar en blanco es botar el voto, a lo que también contribuyen las encuestas, de por sí cuestionables, al no ponerlo junto a las otras opciones y sí al lado de “no sabe/no responde” que además son dos posibles respuestas distintas que ‘no opciones’, las que, por lo tanto, deberían estar separadas. Sin embargo, no votar sí es, por lo contrario, botar el voto, y con él la posibilidad democrática de mejorar las ciudades, regiones y países al menos para muchos más de sus habitantes actuales, y abrir más oportunidades para el futuro de casi todos; y justamente es por eso por lo que hay que votar y no abstenerse cómodamente.
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