Columnistas
Por un lado, el Gobierno; por el otro, los empresarios
Se podría concluir que al Gobierno le tiene sin cuidado el diseño y ejecución de un plan serio y rápido de reactivación.
La situación económica del país sigue regular. No se califica técnicamente como una recesión. Se trata de un estancamiento o una situación de parálisis, es decir, que no vamos ni para adelante ni para atrás, lo que genera ansiedad e incertidumbre. No obstante, el resultado final del estancamiento dependerá de lo que haga específicamente el Gobierno para reactivar la economía. Tal vez esa sea la conclusión de la convención de Asobancaria en Cartagena.
Los banqueros, siempre pragmáticos, descartan una crisis en 2024, pero señalan que será un año retador en utilidades y crecimiento de los negocios. Reclaman, como también lo hace el Gobierno, un mayor esfuerzo del Banco de la República para bajar las tasas de interés. Todos coinciden en la cuota de responsabilidad que tiene la alta tasa de interés en el bajo crecimiento económico, la inversión y el consumo e, incluso, el margen que tiene el Banco de la República para una reducción más agresiva.
Para el Banco de la República, sin embargo, lo más doloroso del ajuste ya pasó. Para los privados, que sufren el diario devenir de los negocios, no es así. Los privados coinciden en que se requiere ganar confianza y que además se requiere, de manera urgente, un plan de choque por parte del Gobierno, que incentive la economía y que se centre en actividades como la construcción y la infraestructura.
De manera generalizada, el sector financiero y los empresarios piden un plan de reactivación que ayude a superar este momento de estancamiento. Piden también seguridad física y una lucha efectiva contra la corrupción. Igualmente, preocupan las finanzas públicas. Los expertos piden disciplina fiscal y recorte de gastos, para no aumentar el riesgo país y encarecer el gasto público y privado en el servicio de la deuda.
Y a pesar de todos estos reclamos y sugerencias respetuosas de la banca y todo el sector privado, parece que hablarle al Gobierno es como hablarle a la pared. Se podría concluir que al Gobierno le tiene sin cuidado el diseño y ejecución de un plan serio y rápido de reactivación. De hecho, los funcionarios siguen divagando en cómo ejercer las funciones tradicionales de las entidades y en la retórica del diálogo y la concertación, sin hacer nada sincero para ello y como si se tratara de una situación de ‘business as usual’.
Igualmente, a pesar de que piden la cooperación de los privados, el Gobierno continúa con su filosofía dogmática de izquierdas, donde el sector privado no debería ser parte de la solución. Lo más preocupante es que el Gobierno se sigue victimizando, cuando indica que no ha sido posible aprobar las reformas en el Congreso, lo cual es de suyo falso, y continúa enviando mensajes ambivalentes sobre la convocatoria al ‘poder constituyente’, lo que le hace un enorme daño a la confianza. En síntesis, el Gobierno va por el camino político, con la idea de refundar la patria e imponer sus ideas de izquierda, mientras que los privados caminan por el pragmatismo de la economía y de la empresa y esperan con ansias que ojalá llegue un plan de reactivación más temprano que tarde.
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