El pais
SUSCRÍBETE
Óscar López Pulecio

Columnistas

Realismo atroz

Parte del archivo son las fotografías de los grupos guerrilleros, campesinos sin uniforme, harapientos, armados con viejos fusiles, niños entre ellos, y las tremendas fotografías sin pie de foto ...

14 de octubre de 2023 Por: Óscar López Pulecio

Realismo atroz por oposición a realismo mágico. No había mucha magia en los campos colombianos entre 1946 y 1953, período que los estudiosos califican como La Violencia, así con mayúsculas, que es lo que le da su dimensión de atrocidad.

Una guerra civil no declarada entre liberales y conservadores, que eran más o menos los mismos, terratenientes, industriales, intelectuales, campesinos, gente del común, en ambos bandos, azuzados por el fascismo político y la religión católica, que veían comunistas y ateos por todas partes.

En el fondo una lucha por el control de la burocracia en un país donde el Estado era principal empleador, lo cual explica que el conflicto se haya terminado gracias a un acuerdo de reparto por mitades de los empleos públicos. Aquello se transformó luego en un conflicto social por la tierra, que aún perdura.

En 1953, el General Gustavo Rojas Pinilla da un golpe de Estado e inicia un proceso muy exitoso de amnistía a los grupos armados. Caído en desgracia, en 1957 es reemplazado por una Junta Militar de Gobierno, que convoca una “comisión investigadora de las causas actuales de la violencia”, para que recorriera el país con derecho a indagar en todos los archivos y entrevistar a todo el mundo. Se hacen 20.000 entrevistas y se recopila un enorme material. El propio nombre de la comisión de investigar ‘causas actuales’ esconde quizás la intención no ahondar demasiado en un asunto que todo el mundo prefería olvidar. Nunca presentó un informe.

El secretario de esa comisión era un cura admirable, el padre Germán Guzmán Campos, párroco de El Líbano, Tolima, con un gran compromiso con las comunidades más necesitadas, que fue la razón de su nombramiento.

El padre, que luego colgaría sus hábitos y se convertiría en sociólogo, recopiló un archivo de miles de documentos que le sirvieron de base para escribir un libro ya clásico, La Violencia en Colombia, junto con Orlando Fals Borda y Eduardo Umaña Luna, aunque suya es la mayor parte del libro. Gracias a ese libro, las generaciones siguientes pudieron saber la magnitud de lo ocurrido.

En el libro solo estaba parte de su archivo. El resto fue a dar a México, adonde fue a vivir el padre Guzmán con una dispensa especial del Papa que lo había nombrado Monseñor por su trabajo en la Comisión y le permitió casarse. Allí terminó sus días como profesor universitario, y allí dormía su archivo, el sueño de los justos. Los profesores de la Universidad Luis Carlos Castillo Gómez y Alberto Valencia Gutiérrez, sociólogos, y el arquitecto Francisco Ramírez rastrearon y recuperaron ese archivo, que se está digitalizando para consulta de los investigadores y sobre el cual ya se han publicado cuatro volúmenes.

Parte del archivo son las fotografías de los grupos guerrilleros, campesinos sin uniforme, harapientos, armados con viejos fusiles, niños entre ellos, y las tremendas fotografías sin pie de foto de los muchos seres sin nombre masacrados de la forma más atroz, con los métodos más salvajes y la mayor sevicia.

La Universidad del Valle ha montado una exposición de esas fotografías que se exhibe actualmente en la biblioteca Mario Carvajal de la Ciudad Universitaria de Meléndez, titulada ‘Realismo Atroz, álbum familiar de la violencia en Colombia’, donde hay imágenes que valen por mil palabras. Fotógrafos anónimos que construyeron este álbum familiar. La historia de una familia que se destroza a machetazos. Para no olvidar, ni repetir.

Descarga la APP ElPaís.com.co:
Semana Noticias Google PlaySemana Noticias Apple Store

Regístrate gratis a nuestro boletín de noticias

Recibe todos los días en tu correo electrónico contenido relevante para iniciar la jornada. ¡Hazlo ahora y mantente al día con la mejor información digital!

AHORA EN Columnistas

Columnistas

Oasis

Columnistas

¡Eureka!