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Riqueza va, pobreza viene

Una pandemia latinoamericana ha logrado infectar muchas mentes con el virus socialista enredador de neuronas que lleva a creer que el problema es distribuir la riqueza y no generarla.

22 de junio de 2024 Por: Alberto Castro Zawadsky
Alberto Castro Zawadsky

Toda reunión en la que se hable de la situación del país comienza exponiendo lo mal que estamos en el ranking de inequidad. Los asistentes se escurren en sus asientos, asumiendo su pecado, por el hecho de estar vestidos y disfrutando de tres comidas al día.

La culpa de la tragedia se distribuye entre los ‘ricos’ quienes se empeñan en no repartir sus escasos o abundantes bienes. La excepción son los vociferantes amigos del comunismo, quienes suelen poseer mucho más que la mayoría de ‘su pueblo’, pero lo de ellos no cuenta porque rico es solo quien tiene más que ellos y la equidad aplica es para todos los demás.

Una pandemia latinoamericana ha logrado infectar muchas mentes con el virus socialista enredador de neuronas que lleva a creer que el problema es distribuir la riqueza y no generarla. Nubla la visión impidiendo ver que también llevamos décadas clasificando como uno de los países más violentos con presencia de anacrónicas guerrillas, que existen porque las han justificado y se han tolerado todas sus acciones destructoras pintándolas de políticas. No es difícil sumar las pérdidas y daños de 50 años de bombas, oleoductos rotos, comercios quemados, recursos malgastados en armas, minas, helicópteros caídos y las centenas de miles de jóvenes sacrificados.

Ese es el costo directo porque el indirecto es mucho peor. Cinturones de miseria requiriendo subsidios, por los millones de desplazados de sus tierras donde podían llevar una vida digna. Para rematar, quienes logran un nivel educativo huyen de la ‘potencia de la vida’ para lograr sobrevivir en el mundo civilizado.

Poco se habla del sacrificio que significa separarse de sus familias y la dura vida que llevan. Sacamos pecho con esos seres que sostienen medio país con sus remesas y constituyen un importante ‘producto de exportación’. La inequidad no es culpa de los que han logrado salir del pantano con honestidad y resulta absurdo perseguirlos y decomisar sus ahorros como lo hace la inviable reforma pensional.

El camino a la prosperidad con equidad se construye desarmando un discurso que se quiere imponer con bombas. La violencia no es la consecuencia de la inequidad. Es su más importante causa. Seguirla justificando llevará a infinitas negociaciones con interminables cadenas de disidencias, y a enseñar cada vez mejor, la peor lección: el crimen sí paga.

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