Decálogos para escribir
Veo en el diario The Guardian que el novelista Jonathan Franzen ofrece...
16 de mar de 2016, 12:00 a. m.
Actualizado el 20 de abr de 2023, 02:07 p. m.
Veo en el diario The Guardian que el novelista Jonathan Franzen ofrece su decálogo para escribir, y dado que una de las lecturas más sugerentes del año pasado, para mí, fue su novela Pureza, he querido comentarlo, pues es estimulante y toca temas neurálgicos del oficio. Dice Franzen: El lector es un amigo, ni un adversario ni un espectador. Completamente de acuerdo, no se debe escribir contra el lector (mucho menos practicar contra él), pero tampoco escribir para deslumbrarlo. La ficción que no es una aventura personal hacia lo aterrador o lo desconocido, no merece escribirse salvo por dinero. Esto está muy bien, pues encierra la idea de que la escritura debe ser ambiciosa e ir siempre a algún lado, hacia alguna zona oscura de la condición humana, llevando al lector fuera de su zona de confort (y cobrar por eso).Nunca uses la palabra entonces como conjunción: tenemos y para ese fin. Usar entonces es la no-solución que encuentra el escritor vago o sordo al problema de tener demasiados y en la página. Esto tiene que ver más con el inglés. En español luchamos contra el pero (conjunción adversativa) que hace metástasis y se multiplica en la página cual hongo si uno no lo controla. Escribe en tercera persona a menos que se te aparezca una primera con una voz irresistiblemente diferente. Acá estoy en desacuerdo: lo más interesante de una novela, para mí, está en sus personajes y el modo en que nos cuentan cómo ven el mundo. Si no hay personajes fuertes que hablen desde un poderoso yo, no creo que valga siquiera la pena escribir una novela. Con el acceso libre y universal a la información, una investigación voluminosa devalúa a la novela. Tampoco estoy de acuerdo, pues las novelas que recurren a investigaciones (históricas, por ejemplo), suelen hacerlo para enriquecer su trama, no para construir su eje central. Lo que determina su pertinencia es el talento del autor para incorporarla al conjunto y no el mero hecho de que sea una investigación. El mejor ejemplo es El hombre que amaba los perros, de Padura, donde la investigación hace brillar la trama.La ficción autobiográfica necesita de invención pura. Nadie nunca escribió una historia más autobiográfica que La metamorfosis. Muy acertado. Me viene por fuerza una opinión de Kingsley Amis, quien decía que el primer párrafo de La metamorfosis era la mejor descripción del guayabo. Se ve más estando quieto que persiguiendo. Del modo en que entiendo esto, lo apruebo: mejor una escena con dos personajes charlando que un vertiginoso episodio argumental con poca profundidad. Es improbable que alguien con una conexión a internet en su lugar de trabajo escriba una buena ficción. Bueno, tal vez acá lo que nos dice Franzen es que él no puede escribir si está conectado a Internet. Yo sí puedo, a pesar de no ser un prodigio de concentración. Los verbos interesantes muy rara vez son interesantes. Esto es de nuevo más propio del inglés, que es una lengua llana en la que un verbo sofisticado o arcaico o con una carga lírica grande hace mucho más ruido e incomoda más que en español. Tienes que amar antes que ser implacable. Bueno, esto no sé cómo entenderlo. Sólo espero que Franzen no haya querido acabar su decálogo con una frase aspiracional y poética al estilo de Paulo Coehlo, pero la verdad sí lo parece, aunque no parezca de él.
Santiago Gamboa, Bogotá 1965. Escritor, periodista. Autor de las novelas Perder es cuestión de método, Los impostores, El síndrome de Ulises, Necrópolis, Plegarias nocturnas, entre otras. Su última novela es Una casa en Bogotá. Es también autor del ensayo La guerra y la paz, sobre la historia de los conflictos, de cara a las negociaciones de paz.